Dice la OCDE que los nubarrones se van agrupando sobre los países de la Eurozona y define como “ralentización sincronizada”, el estado en el que se encuentra la economía mundial afectada, señala la organización presidida por Ángel Gurría, por las incertidumbres políticas, la persistencia de tensiones comerciales y una disminución continuada de la confianza tanto de las empresas como de los consumidores. “Es cierto que en los últimos tres o seis meses hemos visto aspectos preocupantes en los datos macroeconómicos que hacen suponer un fin de ciclo después de casi siete años”, concluye en su informe trimestral presentado en París en el que pronostica que la peor parte se la llevará Europa, en sintonía con lo dicho la semana pasada, aquí en Madrid, por el comisario europeo de Presupuestos y Recursos Humanos, Günter Oettinger: “los mejores años han pasado”…y aunque “todavía no hemos vivido la recuperación en toda su intensidad”, se anuncian tormentas, tormentas serias. Unas tormentas que “España está resistiendo mejor que Italia o Alemania” dice la OCDE “porque su crecimiento sigue siendo positivo”.

El FMI salvaba a España de la quema tras dar un tijeretazo al PIB de Alemania e Italia en sus previsiones de crecimiento global anunciadas el pasado mes de enero

El pasado mes de noviembre, la OCDE situó en el 2,2% su previsión de crecimiento del PIB español en 2019, frente a su anterior previsión del 2,4%, mientras que para 2020 anticipó una expansión del 1,9% en 2020.

Bien es cierto que sin entrar en el análisis y dando por descontado que la OCDE rebajará sus expectativas de noviembre sobre nuestro país, la economía española parece tener ‘vida propia’ y…¿qué significa tener vida propia en Europa?, pues que somos un país con un consumo interno potente, un país de ciudadanos a los que les gusta salir, moverse por sus ciudades, comprar, disfrutar, es decir, que tenemos ‘vida propia’ y que no nos ocupamos demasiado por el entorno…, algo que para algunos no es una buena cualidad pero que, en este caso, nos da oxígeno.

Y es que España sigue nadando a contracorriente de la tendencia que apunta a una desaceleración de la economía global en general y de la europea en particular. Se ha librado de las rebajas de previsiones hechas por los diferentes organismos. Por ejemplo, el FMI salvaba a España de la quema tras dar un tijeretazo al PIB de Alemania e Italia en sus previsiones de crecimiento global anunciadas el pasado mes de enero, mientras las diferentes firmas de análisis defienden que el país tiene tracción para seguir creciendo pese a la incertidumbre política y, ahora, el sentimiento empresarial constata ese optimismo.

Aunque el negocio exterior sigue representando el grueso de los ingresos de muchas empresas, el año pasado fue la demanda doméstica la que más tiró de los resultados

De hecho, mientras que la confianza económica de la zona euro se ha situado en el mes de febrero en su nivel más bajo desde noviembre de 2016, según señala el Indicador de Sentimiento Económico (ESI), elaborado por la Comisión Europea, España es la única de las cuatro grandes economías de la región donde no se ha registrado un deterioro, mientras que en el conjunto de la eurozona el indicador ha bajado en febrero a 106,1 puntos desde los 106,3 del mes anterior, en el caso de la economía española, se ha mantenido en los 104,4 puntos. No ocurre lo mismo en Italia, para la que el dato bajó 1,6 puntos, hasta 101,2 puntos, en mínimos desde septiembre de 2016; en Francia, que retrocedió 0,9 puntos, hasta 100,5, un nivel semejante al del pasado mes de diciembre; y en Alemania, donde el indicador ha registrado una bajada de una décima, situándose en 108,4 puntos, su peor resultado desde febrero de 2017.

Incluso y entrando en el espacio de la microeconomía, y después de años en los que el negocio exterior ha sido el salvavidas de las empresas españolas, en 2018 se rompió esta tendencia. La facturación de las grandes cotizadas aumentó un 4,83%, hasta los 501.659 millones. Aunque ese negocio exterior sigue representado el grueso de los ingresos, el año pasado fue la demanda doméstica la que más tiró de los resultados. Por primera vez en más de una década, la cifra de negocio generada en España creció más que los ingresos obtenidos en el exterior, gracias a la pujanza de la economía local.

La economía española creció en el último trimestre de 2018 un 0,7% y los indicadores adelantados de este primer trimestre apuntan en la misma dirección

Así que, para muchos expertos, España, una vez más, está brillando con luz propia, interpretaciones políticas aparte, por supuesto. La economía española creció en el último trimestre de 2018 un 0,7% al mismo tiempo que los indicadores adelantados de este primer trimestre apuntan en la misma dirección, es decir, que seguimos creciendo al 0,7%, lo que en tasa interanual significa tener una actividad por encima del 2,5%.

Incluso, aunque puede parecer exagerado, hay quien afirma que estamos en los primeros compases de un círculo virtuoso de la economía española porque a la creación de empleo se le está sumando la subida de sueldos que empezamos a ver después de muchos años de sequía salarial. Es la parte del círculo virtuoso que España conoce muy bien porque es la que impulsa el consumo.

En resumen, y a pesar de que será difícil conservar indefinidamente en el tiempo este decalaje a favor de la economía española, parece que las claves domésticas que impulsaron la recuperación, es decir, el desendeudamiento del sector privado, el superávit exterior y un sector financiero limpio de polvo y paja además de un precio del petróleo sin grandes cambios, se pueden mantener en el tiempo.