¿Cómo de preocupados estamos o debemos estar por la situación económica?, ¿y por el batacazo que se han dado los mercados financieros esta semana, por la guerra comercial, los aranceles entre EEUU y la UE, por el Brexit que no parece encontrar una salida acordada por lo que el 31 de octubre podríamos asistir al desenganche por las bravas? Todo esto, además, aderezado por la recesión que se avecina en Alemania y los malos datos de la economía norteamericana. Y visto lo visto, nos deberíamos preguntar también si la economía se va a volver a convertir en el primer asunto del debate público en nuestro país como ocurrió, (miedo me da mentarlo), en los peores años de la crisis financiera internacional. Estuvimos, meses, años, hablando cada día de la prima de riesgo, de la deuda o de los datos del paro.

Entonces, ¿cómo de inquietos debemos estar? ¿en qué se va a materializar la aplicación de aranceles que el Gobierno Trump ha anunciado, con España como uno de los países más afectados? Se habla del vino, de los productos porcinos, del jamón sobre todo, de los productos ganaderos en general, pero también las empresas que fabrican piezas para aviones y que forman parte del consorcio europeo Airbus. Todos están tocados por las medidas que planea aplicar EEUU, de manera inmediata, a partir del 18 de octubre.

Y si el PMI de la industria nos ha dado un disgusto, ahora tenemos la mirada puesta en el PMI de servicios, cabeza de león de nuestra economía

Así que, con todos estos ingredientes, era de esperar la reacción del mercado, con caídas el pasado martes que no se habían visto desde hacía dos años. Un buen caldo de cultivo, dicho sea de paso, para los buscadores de gangas, que ven una oportunidad de compra en las empresas industriales que se van a ver directamente afectadas por esa guerra comercial o por el Brexit como IAG, que sufre el saber o no saber que va a pasar con Johnson y si habrá “día D” para el adiós definitivo del Reino Unido.

En este punto hay que prestar atención al calendario, un calendario apretado, tremendamente relevante para la economía porque, el 31 de octubre, se supone que es cuando, en el peor de los casos, los británicos darían el portazo a la UE. Al día siguiente, 1 de noviembre, víspera de los fieles difuntos, ocurre algo relevante, muy relevante en Europa: hay nuevo presidente del BCE, presidenta en este caso, la francesa Christine Lagarde, y empieza a funcionar la nueva Comisión Europea. Día, por cierto, en el que los mercados estarán convenientemente cerrados.

El oro ha subido más de un 18% en lo que llevamos de año. Está en ascenso libre, lo que indica el grado de temor que hay en la economía

Así que, estamos ante una conjunción galáctica, global, de malos datos industriales en Estados Unidos, conocidos el martes pasado, malos datos industriales también en Europa, y aquí en España. Esta semana se publicaba el PMI manufacturero, uno de los pocos indicadores adelantados de todos los que tenemos sobre la evolución económica que suelen hablar a toro ‘pasao’ de lo que ha ocurrido. Por ejemplo, sobre el comportamiento en septiembre del empleo o lo qué pasó en el segundo trimestre con el PIB. Son muy pocos, como digo, los que ponen sobre la mesa lo que está por venir, lo que previsiblemente nos espera. En este sentido, el PMI es una encuesta que se hace sobre gestores de compra, es decir, sobre directivos de empresas que cuentan qué es lo que van a hacer. Se trata de uno de los indicadores económicos más consultados de todo el mundo, ya que refleja cuáles son las condiciones de las empresas y de los negocios de más de 30 países. Y si el PMI de la industria nos ha dado un disgusto, ahora tenemos la mirada puesta en el PMI de servicios, cabeza de león de nuestra economía.

Y disgusto también el último dato de PIB, que revela un crecimiento del 2% anual en el segundo trimestre de 2019 y de un 0,4% respecto al trimestre anterior, el más bajo desde 2014; la desaceleración del consumo de los hogares y de la inversión, que en su día fueron los protagonistas de la ‘resistencia’ económica. La desaceleración no es nueva, pero cada vez es más evidente. En 2017, no hace tanto, el PIB avanzaba un 3% interanual y más de un 0,7% prácticamente cada trimestre. Casi siempre que el consumo interno y la demanda se deprimen, el sector exterior comienza a contribuir de forma positiva al crecimiento anual del PIB, no porque la demanda externa sea especialmente boyante, más bien porque las importaciones de bienes y servicios se encuentran de capa caída.

Así que, con todos estos ingredientes, era de esperar la reacción del mercado, con caídas el pasado martes que no se habían visto desde hacía dos años

Esto ocurría en España cuando se supo que la OMC había autorizado a los EEUU a aplicar aranceles a la UE por 7.500 millones. Ese mismo día, el miércoles pasado por la tarde, la Comisión Europea hablaba de represalias, un tono amenazador que se encargó de suavizar Angela Merkel intentando templar los ánimos y exponiendo que quién había hablado era el árbitro, es decir, la Organización Mundial de Comercio, y que habría que repensar la situación, en un intento de frenar esa espiral en la que podemos caer con aquello de…”ahora yo te pongo aranceles….pues ten cuidado que yo te puedo poner más”

Y ojo al dato, como diría aquel, el oro ha subido más de un 18% en lo que llevamos de año El oro, en subida libre, uno de los valores que con sus fluctuaciones indica el grado de miedo, de temor que hay en la economía.

Momento de turbulencias, otoño caliente, al que estamos asistiendo. Y decía la ministra Nadia Calviño hace menos de una semana que “el otoño iba a ser complicado” pero dudo de que, la titular de Economía en funciones, pensara que iba a ser tan, tan complicado ¿o sí?…nunca se sabe.