En un mundo cada vez más preocupado por el medio ambiente y la sostenibilidad, la economía circular es un concepto que se ha puesto de moda… pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Y es que se trata de una gran asignatura pendiente, porque sólo representó el 8,6% de la economía global en 2019 y no crece, sino que desciende: este porcentaje es inferior al de 2017 (9,1%).

Estos datos proceden del informe ‘The circularity gap report’, elaborado por el grupo de expertos Circle Economy, y se han difundido hace escasas semanas en el Foro de Davos. Este 8,6% supone, por tanto, el índice de reutilización y reciclaje, y según los expertos, este ha disminuido por la recuperación económica vivida en los últimos años, que a su vez ha provocado que creciera el consumo de materias primas: superó por primera vez los 100.000 millones de toneladas. Veremos a ver qué sucede en el futuro, pues ya se está hablando de una desaceleración económica mundial.

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Por economía circular, se entiende un nuevo concepto o incluso un nuevo sistema que está muy interrelacionado con la sostenibilidad. En concreto, el objetivo es producir bienes y servicios al tiempo que se reduce el consumo y el desperdicio de materias primas y fuentes de energía. Así, se convierte en una alternativa al actual modelo de extracción, producción, consumo y eliminación, el denominado modelo económico lineal.

¿Se apuesta por la reutilización y el reciclaje? El consumo de materias primas superó por primera vez los 100.000 millones de toneladas

El concepto de economía circular surgió cuando se empezó a vislumbrar el agotamiento de una serie de recursos naturales y de los combustibles fósiles, al tiempo que aumentaba la preocupación por el medio ambiente. Un nuevo modelo que incluso llega a convertir residuos en materias primas y que se basa en diversos principios:

  • Eco-concepción: tiene en cuenta los impactos medioambientales que tendrá un producto a lo largo de su ciclo de vida completo y los integrada desde su creación.
  • Ecología industrial y territorial: es un modo de organización industrial en un mismo territorio, donde se gestionan los stocks de forma optimizada, así como los materiales, energías y servicios.
  • Funcionalidad, pues se privilegia el uso de un producto o servicio frente a la posesión del mismo.
  • Segundo uso: se reintroducen productos que no responden a las necesidades iniciales de los consumidores.
  • Reutilización de ciertos residuos o partes de los mismos que pueden servir en la elaboración de nuevos productos.
  • Reparación: el objetivo es dar una segunda vida a los productos estropeados.
  • Reciclaje: reconvertir los materiales que se encuentran en los residuos.
  • Valorización: aprovechar energéticamente, o sea, como fuente de energía, los residuos que no se pueden reciclar.

La apuesta por la economía circular puede generar oportunidades de negocio por valor de 4.500 millones de dólares durante la próxima década, según la consultoría Accenture. Al mismo tiempo, las políticas sostenibles pueden ahorrar dinero, unos 630.000 euros anuales en los países europeos, según estima el Colegio de Economistas de Cataluña. Y a todo esto se une el hecho de que ser más eficientes en la extracción y el uso de los recursos naturales contribuye a reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y, por tanto, el calentamiento global, aportando positivamente en la lucha contra el cambio climático.

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En España, con la recuperación económica, el cambio hacia un modelo circular en la economía se ha estancado, según un informe de la Fundación Cotec, que se dedica a promover la innovación. Y es no avanza al ritmo que sería necesario y además, los vertidos representan el 54% del volumen total de los residuos (el resto se somete a incineración, reciclado y compostaje), más del doble que la media de la Unión Europea (24%) y muy lejos del objetivo establecido por la Comisión Europea para 2030 (10%). Por tanto, hay mucha tarea por hacer tanto desde las empresas como desde la Administración y debe tenerse en cuenta la tecnología: al hilo de esto, España también camina más lenta que Europa, y sus principales retos son la innovación, la reindustrialización, la digitalización y la sostenibilidad, así como el talento, según la patronal de la industrial digital Ametic. Actualmente, sólo se dedica el 1,2% del PIB a I+D+i, inferior a la apuesta en innovación europea (la media se acerca al 3%), y la reindustrialización representa el 14% del PIB, pero el objetivo de la UE es llegar al 20%.