Pere Aragonés y Pedro Sánchez escenificaron el miércoles en Barcelona lo que ya todos sabíamos: que ambas posturas se encuentran tan distantes que van a necesitar mucho tiempo de diálogo y negociación, ¡oh sí!

Ante todo, diálogo.

Pablo Casado e Inés Arrimadas respondieron que Sánchez estaba comprando los votos de ERC y el PNV para mantenerse en Moncloa. Muy agudos, eso es como descubrirle América a Cristóbal Colón.

Curioso: sin Iván Redondo, Moncloa sigue la línea marcada por el cesado jefe de Gabinete, quien estaba convencido de que las amenazas de Rufián eran eso: las falsas agresiones de un matón castrado

Veamos, la técnica de Sánchez consiste en entretener al majadero indepe para que no lance las patas por alto. Si le da resultado aplaudiremos al presidente. No es la solución al problema pero el tiempo amansa a las fieras o, al menos, envejece al personal. No cura la locura pero el loco tiene menos fuerza para hacer daño.

Los riesgos de esta política sanchista son tres: que los nacionalismos -vasco y catalán- se crezcan, que los catalanes leales a España tiren la toalla, asqueados, tanto de los nacionalistas como de Sánchez y que el resto de España se cabree ante tanta milonga. Por ejemplo, con la milonga hipocritona del señor Sánchez inclinándose ante la bandera catalana, gesto que no frecuenta con la bandera de España. Algo parecido a lo que le ocurre con la cruz de Cristo, empeñado en derribarlas, comparado con la reverencia hacia los musulmanes -él, gran creyente en Alá-. Por ejemplo, con la unción con la que se comportó en el mausoleo de los retorcidos antiguos reyes de Marruecos, con tal de hacerle la pelota a Mohamed VI. No se pase, señor presidente.

Humillación Sánchez

El problema radica en que el nacionalismo catalán ha enloquecido y el demente no valora ni regalos ni cesiones, pero se relaja con los ‘gestos’… hasta que se percata de su chifladura

Lo curioso del diálogo con la Generalitat es que, sin Iván Redondo, al que cesó de malos modos porque le quitaba protagonismo, Moncloa sigue la línea marcada por el exjefe de Gabinete de Presidencia, quien estaba convencido de que las amenazas de Gabriel Rufián eran eso: las falsas agresiones de un matón castrado.

¿De qué amenaza hablo? Pues de la que profirió -again- el mismo día de la reunión: si la mesa de diálogo entre  Gobierno español y Generalitat fracasa, PP y Vox llegarán a La Moncloa. O Sea, Pedrito, que te quito el sillón. Y don Pedro: si me orinan, digo que llueve.

Ahora bien, jorel problema radica en que el nacionalismo catalán ha enloquecido y el demente no valora ni regalos ni cesiones, tan solo se relaja con los ‘gestos’… mientras el donante espera que se percate de su chifladura. ¿Seguro que se percatará algún día? ¿No sería mejor no hacerle caso?