Olas de muerte me envolvían,
torrentes destructores me aterraban.
Después de esta vida,
un poco de polvo enterrado,
o esparcido al viento, o al mar lanzado,
o simplemente encerrado, en urna de pobre barro,
lo que de mi ser había sido, quedaría.
 
Ni honores, ni riquezas,
ni siquiera el recuerdo que de mí,
los míos, mis amores,
mis amigos conservaran,
hasta que ellos también
en polvo terminaran;
para consolar de aterradores
pensamientos, servían a mi alma.
Al pensar que no era nada,
ni sería nada.
 
Si esta vida, por goces y poderes
que en ella se vivieran,
si solo en polvo, en la nada
y el olvido se quedara;
las olas, que de muerte me envolvían,
los lazos, que del abismo me apresaban,
ni serían, ni valdrían nada,
no serían nada.
 
Mas el alma, y el espíritu que la animaba,
al ser ésta vida, un paso, un camino,
que termina;
a mi mente y corazón vitalidad llevaba,
renovada.
Al conocer al Amor,
y la esperanza de vivirlo,
al pasar de ésta vida,
a otra Vida.

 

Del Poemario inédito: Treinta poemas de Amor y Fe, y un cántico de Esperanza