¿A dónde vas con tanta prisa, mi tierna Dulcinea?
Voy no más a presentar mi respeto agradecido,
a la nueva regidora de la Insula Barataria,
una tal Carmen bautizada, que apellida
Calvo y Poyato, andaluza por más prendas.
 
¿Y cuál es el motivo de tan respeto agradecido?
Pues que Aldonza me ha llamado,
y junto a Dulcinea me ha protegido,
arguyendo no sé qué de la igualdad,
del taimado Cervantes, que mi pobre ser de mujer,
a mi señor D. Quijote, por amor ha sometido.
Y en alarde sin igual de machismo -¡eso qué es!-
en sus andanzas y aventuras, ha dejado escrito.
 
Y en estas cuitas, en la toma del Cervantes
por un trovador, que es Montero,
como si de la toma de Granada se tratase,
la nueva regidora Carmen Calvo y Poyato
en una llamada arenga, un bando encendido,
que hay que proteger, ha dejado dicho,
a Aldonza y Dulcinea en nombre de la igualdad,
que es en la cultura, un panegírico; el no va más.
 
Corre, corre, Dulcinea, que Aldonza va delante
a defender vuestra igualdad, en la lengua de Cervantes.
Que los malandrines catalanes, maestros quieren
para que enseñen en las escuelas, a niños y gentes
esa lengua de Cervantes como lengua extranjera,
cual si la Insula Barataria, España no fuera.
 
Nada hay peor, que no conocer la propia lengua,
y querer además pulir a la Real Academia.