A nuestro Tribunal Constitucional,
hay quien ya le llama, prostitucional.
¡Qué exageración! ¡Qué barbaridad!
Más vistas algunas de sus sentencias,
que defender deberían: sin dudas,
estratagemas, ni marrullerías,
la Constitución que nos ampara;
nos entra de su eficacia, la duda,
o de su necesidad constitutiva.
Pues cuando jurar, o prometer se debería,
la Constitución  que defender se debiera,
sin dar lugar a dudas de felonías;
los más prometen, más que los que juran,
por aquella, o la otra república,
y la conculcan con gran cara dura.
Y la Presidenta, que los apacienta
gracias a la Constitución que pisotean,
consiente tal indignidad y alevosías,
y se ampara en una de esas sentencias
del tribunal, que llaman prostitucional.
¡Qué exageración! ¡Qué barbaridad!
Un gran tribunal, el Constitucional,
dando legitimidad a la felonía,
y al no defender lo que debería:
da lugar a una gran apoteosis,
de la mediocridad, la caradura, y la estulticia.