Y los hombres dejaron de creer,
en aquello que se habían dado,
para convivir, sin  resentimiento,
en concordia, y como hermanos.
Y una vez alcanzado el bienestar,
y dejado el sufrimiento de lado,
volvió un hombre oscuro a sembrar
la división, que se había olvidado,
y el resentimiento desterrado.
Surgiendo de la siembra y ese frio,
un hombre soberbio y descarado,
de mirada helada, resentido,
por su mediocridad traumatizado.
Y los hombres, unos, se acobardaron,
treinta monedas, a otros compraron,
y por honores, aquellos se vendieron.
Y así, quienes sin haberla vivido,
una dictadura que maldijeron:
dejaron que el hombre que surgió del frio,
soberbio, resentido, y descarado;
no fuera un dictador, sino un tirano.