I

Lo sacaron de su tumba,
en un soleado día,
contemplando
con ánimo que perturba
cómo la muerte da vida,
detestando;
qué rápido se va el poder,
ver, a pueblo tan ingrato
causa dolor;
que librarlo de otro poder,
más cruel e insensato,
no fue mejor.
 
II
 
Al igual que los antiguos,
obran como Faraones,
decretando:
que de la historia y los libros
sea borrado su nombre,
olvidarlo.
¡Oh, cuál fue su enorme culpa!
¿Vencer a Caín, que al hermano
asesinó?
Después de una cruenta guerra;
¿dejar paz en el Estado,
que gobernó?
 
III
 
Darnos cuenta no sabemos,
que de este mundo se pasa,
sin sentir;
de nuestros actos dejamos,
la huella que nos señala,
en el morir.
Y lo que de la memoria
extraemos para olvidar,
revivimos,
y remarcarlo en la historia
por un acto tan singular,
conseguimos.
 
IV
 
Por el aire fue llevado
a una tierra sagrada,
escondida;
donde, un tiempo pasado,
fue en ella elevada,
erigida,
una estela funeraria,
más tarde iglesia cristiana;
recordando
al que allí fue enterrado,
y los que así hicieron,
olvidados.
 
(Poema actualizado (anteriormente publicado en mayo de 2019))