¡Ay, Carmencita, Carmencita!
Que contigo no puede nadie.
El día que al Congreso regresaste,
al verte envuelta en tu mantita,
después de que al bicho derrotases,
me produjo, alegría y ternurita.
 
Cuando vi que te ponías malita,
rogué por ti, a la Señora Bendita.
¿Qué sería de mí, si tu cultura
y tus conocimientos me faltasen?
 
Primero fue el manejo de los dineros.
¡Con que arte definiste los impuestos!
No eran de éste, o aquel contribuyente,
y una vez pagados, no eran de nadie.
 
Después vino la literatura:
y diferenciaste, con gran arte,
entre Aldonza y Dulcinea,
matizando la obra de Cervantes.
 
Y ahora la geografía: al caer en la cuenta,
de que casi están en línea recta,
Nueva York, Madrid,
Teherán y Pekín;
y por eso, el maldito bicho,
no tuvo misericordia con ellas.
 
¡Hay Carmencita, Carmencita!
Que contigo no puede nadie.
¿Qué sería de nosotros, pobres,
si de gobernarnos dejases,
y tus conocimientos, nos faltasen?