Y dejo, que descendiese del cielo
la espada, sobre los nuevos dioses,
extendiendo un manto de dolores,
y en los corazones, susto y miedo.
 
Rompiendo, como al vaso de alfarero,
la soberbia de reyes y naciones,
la vanidad, y sacrilegio, de hombres
que cada día, dioses se creyeron.
 
Que unidos, asaltarían los cielos,
sin caer en la cuenta que son mortales,
que quien creo la tierra y el universo,
 
también los creo a todos ellos;
y que solo a través del Amor,
y la muerte, se alcanzaran los cielos.