El vicepresidente económico de la Comisión Europea, Valdis Dombrsovskis tampoco da para mucho. Es un eurócrata más que no se moja ni en la ducha y que se ha dejado arrastrar por el curioso espíritu socialdemócrata que reina en Bruselas. Ahora bien no es un cínico y aprovechaba la reunión de ministros de economía de la UE para advertir que el fantasma de la inflación se va a quedar algún tiempo y que lo del IPC es lo de menos, lo de más es lo que significa: que no podemos seguir creciendo en gasto público y deuda porque la inflación está de vuelta y va a afectar principalmente a países como España.

Hasta ahí bien. Lo más sorprendente es que apenas horas después, mañana del miércoles 10, Sánchez hace oídos sordos y vuelve a soltar una soflama de autoalabanza ligeramente apestosa. 

Mire usted si se crea empleo aumentando el número de funcionarios, si se salvan empresas pagando parte del salario, si a todo elemento productivo, sobre todo empresas y autónomos se les suben los impuestos y si, en resumen, no aumentamos la productividad sino las subvenciones pues hombre sí, es muy probable que no estemos saliendo de la crisis sino entrando en una crisis más profunda: una crisis de carestía. 

Pero la caradura de Pedro Sánchez es inconmensurable. Así que se planta en el Congreso y miente: todo va bien. Es como cuando llegó a La Palma y exclamó: todo está saliendo según lo previsto. Joé, Sánchez, lo que está diciendo.