Sentimiento más puro no existe, ni más noble, o bello; ni símbolo que mejor exprese la relación entre el Creador y el creado, y entre el hombre y la mujer, en abrazos, caricias y besos expresado.
Podría escribir: mujer, por ti mi amor,
ni perece, desvanece, ni se agota.
Escribir podría: compañera, mi amor
acariciar tu cuerpo, pena, y desea.
Pero ni una, ni otra forma, expresan
lo que mi alma y corazón siente,
ya que ambas son incompletas.
El amor del cuerpo solo esto desea:
los abrazos, los besos, las caricias,
y el placer de la carnal complacencia.
El amor del alma, al anterior lo eleva,
al darse no solo en animal instinto,
que es en la total entrega, en la unión
de cuerpos y almas, donde el amor
alcanza la plenitud completa.
Ese amor mujer, mi dulce compañera,
que ni perece, desvanece, ni se agota,
que acariciar tu cuerpo, pena y desea;
es del que yo puedo, y te escribo,
es el que deseo vivir de forma plena,
en cuerpo, alma, y existencia, contigo.
Del poemario inédito “Entre dos mundos”