Dedicado a D. Felipe VI, Rey

 

La alborada, el sol naciente anunciaba.
Y el caminante sobre sus fuertes espaldas,
la dulce carga del anciano llevaba.
Y al llegar a una gran higuera,
que el camino que andaban cortaba,
bajo sus ramas y a su sombra, se sentaron,
y del esfuerzo del camino, descansaron.
 
Miró el mozo la cara del anciano,
viendo las mudas lágrimas, que anegaban
los surcos de aquel  rostro por el sol curtido.
¿Por qué llora, de este modo, Padre mío?
preguntó el hijo al padre lastimado.
Y el padre contestó desconsolado:
hace años cuando tu edad yo tenía,
cargue sobre mí, a mi padre anciano,
llevándolo sobre ellas al Asilo,
y paré a descansar en este sitio.
 
El hijo después de reflexión profunda,
volvió a cargar sobre sus espaldas
al anciano, desandando el camino,
y reparando el dolor producido;
al que por otros había sido inducido.