Alégrate en el Señor, alma mía,
de la humildad de una virgen,
que de Dios, se hizo esclava.
Y nos trajo un niño al mundo,
de Dios, palabra encarnada,
para redimir a la humanidad,
de la ofensa de soberbia desatada.
Y esa natalidad celebramos,
con gran alegría, año tras año,
de ese niño, que es Dios,
nacido y de la muerte, salvarnos.