• La feminidad siempre será más creativa, siempre hará más que el hombre.
  • Pero el hombre es el que otorga serenidad y consuelo. Es decir, templanza.
  • Por las malas, el hombre siempre pierde; por las buenas, la mujer hace más.
Recuerdo a un amigo, sacerdote, con lustros de experiencia en el confesionario y en el dirección espiritual (ahora conocida como acompañamiento espiritual, que así de curiosos nos hemos vuelto) que resumía de este modo la vida matrimonial: "Por las malas, el hombre siempre pierde, por las buenas la mujer hace más". Abrumados y aburridos por la ola de feminismo histérico que nos rodea, nos llega la festividad de San José, a la que han añadido eso de 'Día del Padre'. ¿Dónde está el Padre hoy? Es una figura escondida bajo un Nuevo Orden Mundial (NOM) feminista que considera al padre como una especie de semental que termina su papel ahí donde están pensando. Los hijos son de la madre y del Estado, el padre pasaba por allí. Olvidan que el padre es el que engendra. Al mismo tiempo, el feminismo más cretino (difícil campeonato) insiste en que el hombre es el depredador de la mujer, un ser violento por naturaleza frente a la canonizable señora. El problema es que el Estado no funciona sin la sociedad, la sociedad no funciona sin la familia y la familia no funciona sin el padre. El papel de San José en la Sagrada Familia de Nazaret fue muy importante, a pesar de tratarse de un padre adoptivo. El denostado padre del tiempo actual aporta algo extraordinariamente relevante, tanto para la mujer como para los hijos: masculinidad. Lo propio de la masculinidad es la fortaleza, esa virtud que lleva a ofrecer consuelo y a no pedirlo. La feminidad siempre será más creativa, siempre hará más que el hombre y es el gozne sobre el que todo gira. Pero es una maquinaria que precisa siempre del consuelo de los demás. Esa es la aportación del hombre y sólo las feministas necias son incapaces de valorarlo. Las mujeres inteligentes sí. San José es un modelo de virilidad porque es un modelo de fortaleza en los momentos de adversidad y porque no solicita consuelo y serenidad: lo otorga. Es decir, que tras la fortaleza la segunda virtud del varón es la templanza. Hay que ser muy lerdo -o lerda- para despreciar estas dos virtudes y es varón poco viril quien no las vive. Eulogio López eulogio@hispanidad.com