Cuando los sacerdotes y religiosos se despojaron de sus vestiduras, desaparecieron de la sociedad los signos visibles que nos recordaban la existencia de Dios
Por mor de una celebración litúrgica he tenido que hablar con varios sacerdotes, algo que no suelo practicar en demasía. Prefiero las redacciones a las sacristías por no hablar de lo mal que me desenvuelvo en los ambientes clericales.
Pues bien, he descubierto que el deporte de moda en Madrid, y he sabido que aún más en Barcelona, en el momento presente consiste en insultar al cura, al parecer culpable universal de todos los males. Insultar o agredir. La mera visión de una sotana -bueno, hoy ya casi invisibles- o de un alzacuellos supone una atracción para la injuria, el exabrupto y, en general, para manifestar la mala crianza.
Verbigracia, es ocasión para que te tilden de millonario, explotador o pederasta. O simplemente, para que viertan sobre el clérigo todo el resentimiento interno, que no ha menguado sino acrecido, con el virus.
El nuevo deporte nacional, por ejemplo, insisto, en Madrid y Barcelona, los ambientes que mejor conozco, consiste en insultar al cura. Por ahora en la calle, pero me temo que la fiebre inunde también el recinto estrictamente eclesial: el templo. Las profanaciones o, simplemente, la grosería en las iglesias, van en aumento, y no existe otra solución que la firmeza
Quitarse la sotana ya no es tan sólo un síntoma de falta de coherencia o de mundanización: se ha convertido en un mecanismo de defensa cuando no en simple cobardía.
¿Y todo esto es síntoma de una sociedad un pelín enferma? En mi opinión, sí.
Ahora bien, me temo que la respuesta debe ser doble y, en ambos casos, hacia adelante, no hacia atrás:
1.Que los curas se ensotanen de nuevo. Y si fuera el caso con birrete incluido. Porque lo normal en el cristiano es la discreción en todo lo referente a su vida de piedad: que no sepa tu mano izquierda… Pero hoy es de ley defender justo lo contrario: el católico del siglo XXI debe ser exhibicionista de su fe y de sus prácticas religiosas. Y al que le fastidie que se aguante, que también los católicos tenemos que convivir con lo que nos estomaga.
2.Que los católicos defendamos al clero sin ambages. Nunca he sido clerical, casi al contrario, pero ahora mismo es de razón, y de coraje, no sólo rezar por el clérigo sino defender al clérigo.
Y respecto a la pederastia clerical -tan repugnante como mínima- no se asusten. En Hispanidad ya hemos predicho que en cuanto la pederastia deje de ser útil para insultar al cura -y está empezando a finalizar esa etapa- el Nuevo Orden Mundial (NOM) pegará otro de sus giros copernicanos para que lo políticamente correcto pase a ser lo contrario: la regularización, legalización. normalización y promoción del sexo infantil. Al tiempo.