Ocurrió durante la entrevista que el periodista Pedro Piqueras perpetró ayer al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, noche del miércoles, en Tele 5. Asombrado estaba don Pedro de lo que se decía de él. Abría las manos, desolado, ante las terribles acusaciones de la ultraderecha que, en pocas palabras, son todos aquellos que no piensan como él.

Pero, ante todo, la nueva consigna del gobierno de los Picapiedra, de Pedro y de Pablo: inversión social. Estos son los presupuestos de más inversión social. ¿Y que es eso e de inversión social? ¿Quizás se trata de inversión en infraestructuras? Por supuesto que no. Se trata de más gasto social. En efecto, los Presupuestos 2021, aprobados por una mayoría Frankenstein, elevan el gasto público pero no la inversión pública. Dicho de otra forma: estos PGE otorgan más subvenciones pero no crean más puestos de trabajo.

Piqueras entrevista al ególatra: No han llegado los bolcheviques. Sí, han llegado: los ha traído usted, señor presidente

¿Y cómo se financia este gastos disparado? Con cargo a la deuda pública… naturalmente. Deuda que pagaremos entre todos nosotros… y nuestros hijos.

Mientras, Pedro Piqueras, en Tele 5 entrevistaba al ególatra de la Moncloa, quien nos recordaba que lleva 1.000 día en el cargo, (las temidas mil y una noches en Moncloa) mientras gritaba su inocencia: a España “no han llegado los bolcheviques”. Sí, don Pedro, sí que han llegado: los ha traído usted, son los podemitas.

Vivimos tiempos liberticidas. En efecto, bolivarianos… que no deja de ser la plasmación del neocomunismo actual

Y con ellos ha llegado la mentira y la esclavitud, que son las dos marcas del comunismo. En España vivimos tiempos liberticidas. En efecto, bolivarianos… que no deja de ser la plasmación del neocomunismo actual. No se trata de alcanzar el poder por la fuerza -¡te pueden matar por eso!- sino por el sistema Antonio Gramsci: conseguir el poder mediante las urnas, por medios legales, y luego reducir las libertades a su mínima expresión, a efectos cosméticos. Por entendernos, el gramscismo no es más que un leninismo cobarde, pero, ojo, cuando llega al poder, no renuncia a la sangre y sobre todo a cercenar la democracia. Ya saben: ganar las elecciones democráticamente… las últimas elecciones democráticas.