- En el momento actual, la sensación global es que algo tiene que ocurrir, aunque no se sepa el qué.
- Entre otras cosas, porque la humanidad ha llegado a un consenso global: las cosas no pueden seguir como están.
- Uno de los problemas es que los líderes mundiales no marcan los tiempos: es el tiempo quien les marca a ellos.
- Pero el problema mayor es que somos incapaces de convertirnos. Por tanto, incapaces de cambiar el mundo.
- No olvidemos que el hombre es libre, pero no es dueño de su destino: tiene que cumplir su pacto con el Creador y con su propia condición.
- Por eso, algunos esperamos, otra vez, "el primer milagro".
Hoy es un buen día para leer "el primer milagro" un cuento de Navidad de Azorín.
Pueden hacerlo aquí. Don José Martínez Ruiz no es el mejor narrador, pero tenía la, no sé si virtud o característica, de dejar abiertos sus relatos. No les voy a estropear este corto y entrañable cuento navideño, con escenario en Belén, pero sí les recordaré que trata de una conversión paulina, inesperada y brusca. Justo lo que hoy necesita el mundo.
En el siglo XXI habita una humanidad a la espera. ¿A la espera de qué? Eso es lo que no sabe y tampoco cuenta con líderes que se lo expliquen. De hecho, los líderes sociales, políticos o intelectuales son los más despistados de todos. No marcan los tiempos, son los tiempos quienes les marcan a ellos.
Pero el problema mayor es el que plantea Azorín: somos incapaces de convertirnos. Por tanto, incapaces de cambiar el mundo. Sí, hablo de la conversión a Cristo. Por eso andamos tan despistados y por eso, a pesar de estar moviéndonos constantemente, no conseguimos enderezar un rumbo que nos lleva al abismo. Porque la conversión cristiana, que no el progresismo, es lo que provoca el cambio. Por eso estamos estancados.
Ahora bien, lo que está claro es que le mundo está a la espera. Estancados pero a la espera de acontecimientos. La humanidad ha llegado a un consenso global que podremos resumir así: algo tiene que ocurrir. Entre otras cosas, porque la otra parte del consenso, llamado sentido común, advierte a cualquiera de que las cosas no puede seguir como están, con un vestido que tiene tantos rotos como descosidos. Y no me refiere al ecosistema, me refiero al hombre, a la sociedad, no al planeta.
El busilis de la cuestión es que Dios existe independientemente de que le hombre crea o no crea en él. Lo contingente es la creatura no el Creador. Y otra cosa que ha olvidado la sociedad moderna es que el hombre es libre para violar la ley de Dios pero no para evitar las consecuencias de tal violación. El hombre puede cambiar de actitud pero no de naturaleza.
En plata: si el hombre no se convierte a Cristo, el mundo, al menos este mundo actual, nuestro mundo, no tiene remedio. Y lo malo, en esta Nochebuena de 2015, es que observo pocas ganas de regresar al hogar natural del hombre, a los puertos seguros de allende los mares. No sé si queda mucho tiempo.
¿Y qué ocurrirá si no se da esa conversión imprescindible? Pues probablemente que la olla, que ya soporta demasiada presión, estalle. ¿Será para mal? El estallido sí, el post-estallido no. Apunta hacia un mundo nuevo de aire limpio y no viciado.
¿Y esto va a ocurrir? No necesariamente, depende de cada uno y de todos. Pero las voces proféticas -ésas de la que no hacemos caso sino a posteriori- aseguran que la olla ya soporta demasiada presión.
En verdad, Feliz Navidad para un mundo a la espera.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com