- Tsipras se baja del burro de la utopía en materia fiscal o de pensiones, al que se subió con tanta ingenuidad como mala leche.
- La crisis griega ha puesto en cuestión la propia arquitectura comunitaria: unión monetaria y poca unión política.
Las
bolsas europeas amplían este martes las subidas de ayer, a pesar de marcar máximos de las últimas tres semanas. Está claro que adelantan un probable
acuerdo del Gobierno heleno con los acreedores internacionales. El termómetro de los mercados es siempre ingrato por su componente fuertemente especulativo, pero suele ser fiable en sus pronósticos.
Bienvenido sea ese acuerdo si finalmente se concreta. Está claro que sólo será posible si el Gobierno de
Tsipras se baja del burro de la
utopía en el que se ha subido (con tanta ingenuidad, en este caso, como mala leche) y aterriza de una vez en la realidad. A pesar de ser una ciencia inexacta, en la economía es posible encontrar también el sentido común económico. Y en ese tablero van a estar, sí o sí, los ajustes que necesita emprender el país en
materia fiscal y, sobre todo, en la reforma de su insostenible
sistema de pensiones.
Pero el acuerdo es necesario también para el propio futuro de
Europa. Ningún dirigente quiere de verdad plantearse que el pequeño país salga de la moneda única.
Grecia, que representa sólo el 2,5% del PIB europeo, ha conseguido poner en jaque al resto de la Unión con unas negociaciones excesivamente largas y, ahora, casi en fase terminal. Llevamos ya varios meses tratando de deshilvanar el laberinto griego, con un efecto, tan inevitable como perverso, en la
estabilidad o inestabilidad del resto de la región.
Son dos realidades las que están en juego: la supervivencia de un país empobrecido para evitar la quiebra y la
credibilidad del euro. A los políticos europeos les preocupa especialmente lo segundo -no nos engañemos- y al Gobierno griego, sacar partido de esa preocupación.
La crisis griega ha puesto en cuestión la propia arquitectura comunitaria, que exhibe una unión monetaria sin más consecuencia en lo que de verdad debería interesar: la
unión política y fiscal. Ese fue espíritu fundacional de la UE que se ha perdido en el camino.
Ojo, pero son los griegos los más afectados, como prueba la polarización de su sociedad. Tendrán que aprender a vivir con menos y sin unas perspectivas claras. Al fin y al cabo, lo que ahora se negocia es el pago de 7.500 millones euros. Pero lo que queda por negociar después de junio es cinco veces más grande.
Rafael Esparza
rafael@hispanidad.com