- A Antonio Gaudí no "le gustaba la liturgia cristiana": lo que ocurría es que amaba a Cristo, que es distinto.
- El Museo Gaudí de Reus manipula al maestro por su empeño en prescindir de Cristo.
- Con Gaudí, el caos informe se convierte en forma curva y equilibrada, se convierte en belleza.
- El Modernismo se parece al liberalismo: filosóficamente constituye la peor de las herejías.
- Pero con Gaudí, el modernismo artístico se convierte en expresión cristiana de la creación.
Por pura casualidad, era 21 de agosto,
Festividad de San Pío X, azote del modernismo, cuando acudí al
Museo Gaudí, sito en su ciudad natal de Reus, en el Bajo Campo tarraconense.
El montaje -y era un buen montaje- del genio del modernismo incluía maquetas didácticas (que se podían tocar, muy importante), así como vídeos donde se explicaban las ideas-fuerza sobre el genio catalán, sobre don Antonio (
en la imagen).
Y todo iba bien hasta que los autores del museo llegaron a la médula de la cuestión: ¿Quién era, y qué era Antonio -o Antoni, lo mismo da-
Gaudí?
Gaudí fue un genio porque descubrió la línea curva, y con ella la asimetría. Atinadamente, el montaje museístico repetía una de las ideas básicas del genio catalán: "
Originalidad es volver al origen". Y el origen está en la naturaleza.
Ciertamente, la naturaleza es asimétrica, y
Gaudí llevó esta asimetría a la Sagrada Familia, la obra cumbre del arte moderno. Asimetría no significa caos. Todo lo contrario, la naturaleza -o sea Dios- consigue introducir el orden en la línea curva, la forma más natural de todas. El caos informe se convierte en equilibrio, se convierte en belleza. Gaudí supo que la asimetría de la naturaleza es orden en el caos informe. Es la firma de Dios.
El genio de Reus descubrió esa huella de Dios en la creación y la recreó en piedra. Sí, por eso es un genio.
Repitamos: la naturaleza es orden divino en el caos informe de la nada (acabo de cometer un error: la nada no es nada, ni tan siquiera caos, pero lo mantengo). La belleza ordenada de esa asimetría constituye la firma de Cristo en el universo.
Gaudí descubrió esa huella de Dios en la creación y la recreó en piedra. Por eso es un genio.
Hasta ahí todo correcto. Ahora bien, quedarse en la naturaleza como maestra del genio de Reus es muy poco. Porque la naturaleza no existe. Si actúa con orden es porque es naturaleza creada. No estoy llevando el argumento demasiado lejos: simplemente repito lo que decía don Antonio:
la forma de la naturaleza es temporal pero opera en un universo creado por un ser eterno.
Para no perdernos ni elevarme demasiado hacia donde no debo: el motor de Gaudí era Cristo. Para Cristo trabajaba y por Cristo re-creaba, dado que el ser humano, ni tan siquiera el genio del arte moderno, no puede crear nada desde la nada. Su amor a la Eucaristía y su preocupación tanto por las almas como por la manutención de los que para él trabajaban así lo demuestra.
Y eso es justamente lo que a los 'creadores' del museo Gaudí les da vergüenza confesar: Durante mi visita, incluso llegué a escuchar lo siguiente: "
Le gustaba mucho la liturgia cristiana", que es como si yo digo que me gustan los poetas del Renacimiento o los temas de Edurne. Mire usted, a Gaudí no le 'gustaba' la liturgia cristiana sino que amaba a Cristo, que es cosa distinta y distante.
Su obra artística estaba dedicada a Dios, no porque le gustara la liturgia sino porque la dictaba el primer y único creador.
También oí otra muy buena en el Museo de Reus: que los cambios culturales de la ciudad de Reus "
propiciaron el nacimiento de nuevas corrientes artísticas". Es más, como cambio cultural principal nos hablan de que en Reus, mismamente, se perpetró, perdón, celebró, "
el primer matrimonio civil del Estado español". Ya saben,
España no existe en Reus, sólo el Estado español.
Pues va a ser que no:
a Gaudí no le inspiró el matrimonio civil, que aborrecería como hombre de fe, sino su diálogo con Cristo.
Pero claro, de lo único que no podían hablar los creadores del Museo Gaudí, aún a costa de manipular a don Antonio, era a
Dios.
Por cierto con el modernismo pasa lo mismo que con el liberalismo. Como doctrina filosófica,
un católico no puede ser liberal, porque el liberalismo sólo reconoce el más feroz de todos los dogmas: el ateo, el que crea que no existe dogma alguno, a salvo éste. Ahora bien, económicamente, el liberalismo, que no el capitalismo, constituye la defensa de algo tan cristiano como la
propiedad privada.
Con el modernismo ocurre algo parecido: filosóficamente representa la peor de las herejías, la de un hombre que crea a Dios y le hace decir, por ejemplo, en su Biblia particular lo que le viene en gana. El
modernismo es una Iglesia a la medida del Hombre que San Pío X tuvo a bien condenar como la peor de las herejías. Lo es. Ahora bien, el modernismo artístico de Gaudí era una recreación cristiana, la más brillante de todo el arte moderno.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com