- El problema de España no es el sadismo sino el masoquismo.
- La Inquisición sirve para un roto y para un descosido, con tal de autoflagelarnos.
- Sí. Los españoles somos imbéciles.
Cueva de
Dragut, el pirata turco que asoló las costas de Valencia. En Cullera, ciudad donde mató, violó, esclavizó y saqueó, le han dedicado un museo a este grandísimo
miserable turco. Nada que objetar, no sólo
hay que dedicarle museos a los héroes sino también
a los villanos pero lo curioso es que, tras visitarlo y escuchar la información de la guía del centro, uno llega a la conclusión de que este miserable era un buen tipo. Incluso una estatua de grandes dimensiones enaltece la memoria del asesino.
No exagero,
nos recibe a los turistas una chica encantadora, ucraniana, que nos explica el ataque del
pirata Dragut con una exquisita equidistancia entre los bucaneros turcos y sus
víctimas españolas. Más que un salvaje ataque parece narrarnos una excursión, un poco gamberra, ciertamente, del tal Dragut que, encima, sufrió el oprobioso encarcelamiento del malvado comandante cristiano
Andrea Doria. Y en efecto, fue salvado por
Barbarroja, otro filántropo de la época. Y estoy de acuerdo en que Andrea Doria hizo un mal negocio traficando con el sujeto
Dragut: debió empalarle.
Pero lo bueno aún no había llegado. No se sabe por qué razón, en medio del museo nuestra encantadora guía nos lleva hasta una habitación en la que figuran
instrumentos de tortura de "la Inquisición".
¿Qué pinta la Inquisición española en las andanzas de un pirata turco? Ni idea, pero lo de la Inquisición -la española, claro, el resto ni se menciona- sirve para un roto y para un descosido con tal de
insultar a España. Siempre viene al pelo para mejorar la
leyenda negra española.
Y así, nuestra muchacha nos explica que los inquisidores utilizan todos aquellos
instrumentos de tortura (por favor, no conviene hablarles demasiado de esto a los niños, nos advertía, caritativa) empleados por el
Santo Oficio porque pensaban, los del Santo Oficio, que con la tortura "purificaban sus almas para entrar en el cielo". Mismamente. Y se quedó tan ancha, la doña.
Claro, explicarle a una guía ucraniana que
los inquisidores no tenían el menor deseo de rascar a nadie para que se purificara, sería demasiado pedir. Y explicarle que la inquisición no perseguía a piratas turcos -de eso se encargaban otros, a Dios gracias- sino a cristianos considerados heréticos, era
esfuerzo inútil.
Pero la cuestión principal nos lleva más lejos.
La cueva de pirata Dragut nos revela por qué los españoles nos hemos vuelto todos idiotas. Y es que
los hispanos no somos sádicos, sino algo mucho peor para la
salud psíquica de los pueblos: somos masoquistas.
Como si a lo largo de nuestra historia no hubiéramos cometido
suficientes barbaridades nos inventamos las que no cometimos, para autoflagelarnos, mientras ensalzamos a tipos como el canalla de Dragut.
Sí, somos así de imbéciles.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com