Un grupo de cristianos de asociaciones familiares y provida, entre los que figuran el cardenal Burke, Monseñor Schneider o el profesor De Mattei, han elevado al Papa Francisco una súplica filial ante el próximo Sínodo de la Familia (segunda parte, que es la más interesante). Estos extremistas cavernícolas temen que el Sínodo consagre el sacrilegio permanente de la recepción del  Cuerpo de Cristo sin las debidas disposiciones, es decir, tragándose sus propia condenación. Y también lo temo. Sé que el magisterio nunca aprobará una barbaridad como esta pero me temo que mucha gente lo cree ya así… Incluso con buena intención. Oiga, que no es la Iglesia la que se salva o se condena sino cada hombre. Perdón, Pedro Sánchez, y cada mujer: todos y todas pero de uno en uno… y de una en una.

Y claro, como hablamos de ultras, los éstos andan convencidos de que la batalla final será batalla eucarística y que si se toca la eucaristía estaremos en el principio del fin (o el fin del fin, no estoy seguro). 

Porque claro, el problema del Papado de Francisco no es que se vaya a promulgar una herejía. Este Pontífice dice cosas formidables dentro de la heterodoxia. El problema es el cómo lo dice. Ya saben el Papa del cómo. Cuando organizó el Concilio Vaticano II, el entonces cardenal Montini aseguraba del Papa Juan XXIII, hoy elevado a los altares: el buen muchacho no sabe cómo ha alborotado el gallinero.

Cardenal Reinhart Marx… Ningún parentesco con, el mismo lío que

En otras palabras, el problema del Papado de Francisco es de confusión (es decir que la culpa la tiene el portavoz Lombardi: ¡Este Lombardi!). Porque ahora mismo hay millones de fieles -más o menos fieles- convencidos de que, tras la primera parte del Sínodo de la Familia (ahora viene la segunda, que es la más interesante, como creo haber dicho antes), la Iglesia ha permitido la comunión a quienes viven en una situación irregular y no están dispuestos a arrepentirse de ello.

A esta confusión no sólo contribuye el pérfido Lombardi (éste sobre todos los demás) sino cardenales miembros del G-8 (¡Hummm! lo que ha progresado la curia vaticana desde que adopta los usos políticos). Por ejemplo, el cardenal Marx. Ningún parentesco ni con Karl ni con Groucho.

Porque claro, nuestro Marx III emplea un lenguaje sin duda ortodoxo pero siempre en el filo del precipicio. ¿Y qué necesidad, digo yo, tienen de situarse al borde del precipicio. Me recuerda aquella máxima de mis libros escolares: "Quien ama el peligro perecerá en él".

Escuchen a Marx III: "He hablado con muchos expertos -canonistas y teólogos- quienes reconocen muchas cuestiones relacionadas con la sacramentalidad y validez de los matrimonios". Un interrogante es: ¿Qué podemos hacer cuando una persona se casa, se divorcia y luego encuentra un nuevo compañero/a? Hay diversas posiciones. Algunos obispos en el Sínodo dijeron: "Están viviendo en pecado". Pero otros dijeron: "No podemos estar diciendo cada día que alguien está en pecado. Esto no es posible". 

¿Y por qué no es posible si es verdad? Este cursilísimo lenguaje nada tiene que ver con la misericordia evangélica. Cristo unía e aquello de que "el que este libre de pecado que tire la primera piedra", con la coletilla a la susodicha. "Yo tampoco te condeno" pero, en adelante, "no peques más". ¿Te enteras prenda? No peques más, que el pecado sigue existiendo, por si se te había olvidado. 

Además, mire usted don Marx, nadie dice eso de están en pecado sino aquello otro, mucho más misericordioso de ¿pero por qué no te arrepientes, campeón?). Es decir, muévete tú, no muevas los principios.

Toda la progresía clerical moderna parece moverse bajo el principio del "estate quieto mientras movemos la norma" cuando lo lógico es justo lo contrario

Pero sigamos con el amigo Marx, héroe de los nuevos tiempos vaticanos: "Es muy importante que en el Sínodo no se tenga el espíritu del "todo o nada". No es un buen camino". Esto me recuerda lo de que siempre que alguien manifiesta que dos más dos son cuatro y un indocumentado le encontraría asegurando que dos más dos son seis, surge un tercero, que en pro de la moderación y el diálogo acaba concluyendo que dos más dos son cinco. 

Más de Marx: "El Sínodo no puede tener ganadores y perdedores". ¿Por qué no? También los nacionalistas vascos aseguran que el final de ETA no puede hacerse con vencedores y vencidos. Sin embargo, lo que exige la justicia es precisamente eso: vencedores y vencidos

Sigue don Carlos Marx III: "Este no es el espíritu del Sínodo. El espíritu del Sínodo está en encontrar un camino juntos". Sí monseñor, con tal de que el camino encontrado sea el verdadero. De otra forma, acabará usted como los economistas, acostumbrado a equivocarse todos juntos y en la misma dirección.

Sí, para mí el Sínodo de la Familia acaba en una macedonia mental y moral peligrosa. Pero ojo, no vaya a ser que la Iglesia se el único barco que haga aguas por la parte superior. 

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com