- Lo malo no es el semen en el cerdo, lo malo es el clasismo orgulloso del premier británico.
- La decadencia inglesa se deja ver en el odio a la debilidad.
Cuando digo que el Reino Unido de la Gran Bretaña empezó su decadencia con
Enrique VIII no me refiero al rey coleccionista de esposas, algunas de ellas pasadas por el patíbulo cuando el señor se cansaba de ellas. La rijosidad de don Enrique es pecado menor comparado con su incontenible soberbia, verdadero símbolo de decadencia. Porque el gran pecado y barbarie de Enrique VIII no consistió en acostarse con muchas señoras sino en haber violentado la conciencia de todos sus súbditos, a los que hizo elegir, bajo pena de muerte, entre el
Magisterio de la Iglesia y su propio magisterio, entre el Papa y el Rey.
Como la norma moral contradecía sus caprichos, Enrique decidió que había que cambiar la norma moral, no sus caprichos. Es lo que
Jacinto Choza dice en esa obra genial de que tanto les he recomendado (
Elogio de los grandes sinvergüenzas). La impureza es pecado menor comparado con el pecado mayor del orgullo. En esto consiste la decadencia del pueblo inglés: mis caprichos no son modificables; la norma que me los prohíbe sí. Y a eso le llamamos democracia.
Ahora está en la picota el 'rey' actual de Inglaterra,
David Cameron (
en la imagen). Pero
lo grave no es el 'Pig gate', la cerdada de que el premier eyaculara en una cabeza de cerdo (muerto, para que no le arreara un bocado, el animalito). Eso simplemente indica que ya de adolescente, don David era un verdadero gilipollas. Lo peor son
otras actividades estilo club Bullingdon para jóvenes ricos y snob (como Enrique VIII), y al que también pertenecieron su posible sucesor,
George Osborne, y su primo, el majadero alcalde de Londres,
Boris Johnson. Verbigracia, entrar en restaurantes, insultar a los camareros llamándoles plebeyos y destrozarlo todo. Luego, sus papás -que eran patricios del dinero- pagaban los desperfectos, pero eso lo empeoraba más: se trataba de dar una muestra de poderío económico a la sociedad de la misma manera que se donaba semen al cerdo. No cabe más clasismo, más racismo y más idiocia. Nuestro grosero repite ahora en el número 10 pero mantiene
su carácter de adolescente engreído y ligeramente idiotizado. No,
la decadencia inglesa se deja ver en el odio a la debilidad.
El almirante español
Blas de Lezo aseguraba que todo buen español debía orinar mirando a Inglaterra. Pero no todos los ingleses son así. A
Gilbert K. Chesterton le encantaba la chavalería. Su mujer y él organizaban fiestas para los hijos de vecinos y amigos, pues ellos no tenían descendencia. Las crónica refleja que sólo una vez Chesterton se enfadó con una niña de 10 años que se comportó de forma grosera con una criada. Cuando GKC se lo reprochó, la niña respondió: "
Sólo es una criada". Y Chesterton montó en cólera. Pero Cameron no era Chesterton:
era la niña grosera y despectiva.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com