- Prescindimos de la fe y, naturalmente, acabamos prescindiendo de la razón
Recuerden el chiste del irlandés acusado de haber matado a un hombre, cuando el fiscal aseguró que iba a demostrar a un testigo que le había visto cometer el crimen y el irlandés aseguró, muy serio: "
¡Qué tontería! Yo puedo presentar mil testigos que no me vieron cometerlo". Lo cual resulta tan cierto como inane.
Pues esta es, exactamente,
la actitud del majadero abogado neoyorquino -quizás una reiteración- que
ha pedido solucionar un pleito por el sistema del duelo. A muerte, que no a primera sangre, porque los antiguos eran más civilizados que los modernos, y porque el
Conde de Montecristo era mucho más profundo que Juego de Tronos.
Los sueños de la razón producen monstruos. Por ejemplo, producen libros como Juego de Tronos. En teoría podía ser un clásico, en cuanto intenta describir los estados, condiciones y virtudes del ser humano.
El problema es ese: el problema es que no queda claro si la virtud es buena y malo el defecto o al revés. No se sabe si la clemencia es más elevada que la crueldad o al revés. En Juego de Tronos, lo bueno y lo malo se confunden, al igual que el bien y la verdad y lo feo y lo bello.
El majadero neoyorquino quiere un duelo porque ha dejado de crear en la justicia, porque antes dejó de creer en la razón. La razón no se opone a la fe, porque la razón misma es una cuestión de fe. Pero como el mundo moderno ha perdido la fe, ha perdido la razón y por eso los abogados de Nueva York, capital del mundo, resuelven sus diferencias como en Juego de Tronos y razonan como el irlandés acusado de asesinato.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com