• Pues se han publicado hoy, viernes 8 de abril. Y son muy, muy ambiguas.
  • Curioso capítulo ocho de "La alegría del amor": pocos sabrán interpretarlo, pero muchos lo aplicarán a su manera.
  • Es decir, que divorciados y fornicarios comulgarán, con la consiguiente profanación permanente de la Eucaristía.
  • De ahí a suprimir el sacrificio y entronizar a la Bestia, queda poco trecho.
  • Por ejemplo, queda una norma vaticana que agüe -y prohíba después- la Eucaristía, por razones de seguridad y de fraternidad. 
  • Que será refrendada con entusiasmo por el poder civil, en nombre de la seguridad y la solidaridad.
  • Una Eucaristía falsa en una falsa Iglesia. Y la verdadera Iglesia de Cristo, hacia la clandestinidad.
  • Al tiempo, con el postsínodo ha comenzado el secuestro, no de la palabra de Francisco, sino del propio Francisco.
  • Un Papa llamado a convertirse en mártir.
  • Un gran pontífice al que algunos, como yo, no hemos comprendido.
En el libro de reciente aparición, Reinado Eucarístico, subtitulado "dictados de Jesús a Marga", la receptora de los mensajes pregunta a Cristo cuándo será el momento en que comenzará la gran tribulación. Y la respuesta no pudo ser más clara: "las conclusiones ambiguas del sínodo de la familia". Pues bien, esas conclusiones se han publicado hoy, viernes 8 de abril, bajo la denominación exhortación apostólica postsinodal 'Amoris Laetitia'. Llevan corriendo ya unos días por distintos obispados y a mí lo que más me ha llamado la atención es el capítulo 8. Porque es la muestra más clara de ambigüedad: lo previsto. Esto es, no cambia la doctrina, que es teoría pero sí cambia la práctica, que es el sacrilegio. Y ahí empezará el baile. Porque de esa ambigüedad sólo hay un paso hasta que se elabore un decreto vaticano que, en primer lugar, agüe la Eucaristía y, en segundo lugar, prohíba el sacrifico eucarístico. Ojo, y que será refrendada con entusiasmo por el poder civil, en nombre de la seguridad y la solidaridad. Una Eucaristía falsa en una falsa Iglesia. Y la verdadera Iglesia de Cristo, hacia la clandestinidad. Y luego, cuando el altar de la adoración esté vacío, ya se suponen quién se ocupará el lugar de Cristo. Será la peor 'crisis' por la que haya atravesado la Iglesia y la humanidad (aunque no lo sepan es casi lo mismo) en 2.000 años de historia. Porque la Iglesia vive de la Eucaristía, el mayor regalo de Dios al hombre, y sin Eucaristía no puede vivir la Iglesia ni puede sobrevivir el mundo. Y el Papa Francisco no ha podido detener la avalancha. Me equivoqué con él, lo reconozco, al interpretar que era el culpable de dicha ambigüedad. No lo es. Ha sido un gran Papa que ha intentado salvar una barca con agujeros en la mayor crisis de la historia de la Iglesia, la que vivimos ahora mismo, cuando no parece haber fe sobre la tierra. Lo malo es que -y bien que me pesa- acerté cuando dije que era un Papa secuestrado (secuestrado su magisterio, que es como se enclaustra a un Papa) y la impostura ha llegado a su cénit con el documento de marras, con las conclusiones del desgraciado Sínodo de la Familia de 2014 y 2015. Francisco también será -ya lo está siendo- un Papa mártir. Y cuando digo mártir no hablo sólo del secuestro de su Magisterio y de las asechanzas que le rodean sino que, me temo, acabará en mártir… a la forma clásica. Antes le tocará una agonía -todo apunta a ello- que pasará por un cisma de la Iglesia y llegada de personajes que mejor hubieran permanecido ocultos un par de siglos más. Y lo más curioso es que hay mucha gente, ni tan siquiera cristiana, que está convencida de que lo que está ocurriendo es justamente esto. Y si no lo concretan lo perciben, lo palpan. Es la gran tribulación. Ahora mismo todo parece tranquilo pero... La culpa no la tiene Francisco, la tenemos todos. Y aún más. Y lo que ha pasado, también, es que tradicionalistas, más bien lerdos como yo, hemos colaborado sin saberlo a la defenestración de Francisco. Es decir, que algunos, como yo, tenemos aún más responsabilidad por lo que está ocurriendo y me temo está por ocurrir… porque nuestro orgullo nos ha impedido defender al Papa Francisco. ¡Menudo error! Se me olvidaba: la prueba puede ser dura pero la victoria está clara: Dios nunca pierde batallas. Eulogio López eulogio@hispanidad.com