• Para el perdón se necesitan dos cosas: clemencia del perdonador y arrepentimiento del perdonado.
  • Algunos ven peligro donde no lo hay y donde existe peligro aconsejan actuar "con caridad".
  • Vivimos en una sociedad prostituida pero eso se considera una cuestión menor. Por contra, hay que perdonar al no arrepentido.
  • Lo malo de la clemencia con el no arrepentido es que no se acoge al pecador sino al pecado.
  • Esto es, que nos hemos olvidado de San Agustín: "Odiar el pecado y amar al pecador".
  • Por lo demás, bienvenido sea el año de la Misericordia del Papa Francisco. El mundo lo necesita.
El engaño, más bien global, por el que camina la Iglesia actual es muy sencillo. Un grupo de pastores, algunos en la vanguardia del gobierno (hoy conocidos como curia), ven peligros donde no lo hay. Por contra, donde lo hay aconsejan actuar "con caridad y misericordia". Y así, por ejemplo, cuando llevamos dos generaciones vividas en un ambiente de prostitución y pornografía generalizadas, que ha deshumanizado al hombre, aseguramos  que esa es una cuestión menor y advertimos contra los peligros del puritanismo (el puritanismo no es eso, pero suena a eso). Por contra en un mundo en el que nadie se arrepiente de nada, aseguramos que la misericordia consiste en tragar con el pecador no arrepentido… empezando por nosotros mismos, y que al pecador hay que acogerle con comprensión, se haya arrepentido o no. De esta forma, se santifica al contumaz y se pretende que el hombre, llevado de esta falsa misericordia acoja, no al pecador, sino al pecado. Porque claro, para que se consume el perdón se precisan dos elementos: misericordia del perdonador y arrepentimiento del perdonado. Si falta cualquiera de los dos el perdón no es posible. En plata: lo que está ocurriendo es que hemos abjurado del principio agustiniano: odiar el pecado y amar al pecador, por un "acogemos al pecador sin exigirle arrepentimiento para acabar en algo parecido a esto: "en el fondo, el pecador no es tal, dado que el pecado, en realidad, no existe". Que es lo que Clive S. Lewis (en la imagen) quería explicar cuando su demonio favorito, Escrútopo, aconsejaba tener a los hombres corriendo con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios. Justo en dirección contraria a lo pertinente. Por lo demás, bienvenido sea el Año de la Misericordia del Papa Francisco. El mundo lo necesita. ¿Qué no entendemos los españoles de piedad y misericordia? Pero ¿qué dicen? ¿Acaso no hemos sido los inventores de la Inmaculada Concepción, reina de la Misericordia? Eulogio López eulogio@hispanidad.com