• El proetarra, el neocom y el plumífero se apuntan a la moda de la blasfemia ofensiva.
  • Lo dice el diccionario de la RAE. Un imbécil es "un hombre tonto o falto de inteligencia". 
El imbécil de Pablo Iglesias asegura que "en Cataluña nos hemos pegado un hostión". El imbécil de Arnaldo Otegi, que Cataluña "nos está dando una elección de la hostia". Es decir, que ambos hablan el lenguaje del pesebre, que no alcanza las 400 conceptos, y encima, el neoestalinista y el proetarra son dos blasfemos, dos regalones que se mofan de la eucaristía, del Dios hecho carne, la única hostia posible, que se toman a Dios en vano, con lo que ofenden a Dios y a los cristianos. Es decir, que son dos imbéciles. Pero aún he encontrado un tercer imbécil: Salvador Sostres, el látigo de Artur Mas y del nacionalismo catalán, tan preciado por la derecha periodística madrileña, hoy metido a cronista del Barça. Crónica del partido con el Rayo: "Yo siempre he creído que mi madre es virgen y que mi concepción fue obra de la Creación. ¡Fue un pájaro! Se empieza pensando que tu madre yace y se acaba votando a la CUP". Esto dice el blasfemo. De paso, porque el chico no está fuerte en esos lares, revela su categoría de pinchaúvas, al confundir creación con Creador, porque la cosa del panteísmo no la tiene muy claro. Su eructo es más blasfemo que la grosería de los otros dos imbéciles: Otegi y Iglesias. Sostres se apunta a los mentalmente débiles que consideran que hay quien cree en los dogmas de fe, por ejemplo el de la Encarnación, no porque sean ciertos sino para no darle ventajas al enemigo, sea teológico o político. Vamos, que con su gracieta convierte a Dios en un instrumento para la chufla periodística y la batalla política. Y aún un cuarto imbécil: Jordi Évole, que también emplea la palabreja con la misma querencia blasfema. Porque este chico es muy progre. Porque el famoso debate político en taberna de Iglesias  con Albert Rovira (noche del domingo) bajo la égida de ese gran hipocritón que es Jordi Évole, acabó en taco por frase, irreverencia cada dos y blasfemia cada tres. Esto demuestra que la clase política dispuesta a sustituir a la casta, promete. Conste que no empleo el término imbécil como insulto. En serio, me atengo a dos de las definiciones (primera y cuarta) de la Real Academia: un imbécil es un "hombre tonto o falto de inteligencia". O sea, quienes utilizan el lenguaje del pesebre. Cuarta acepción: "flaco, débil". En efecto, ambos, Iglesias y Otegi, son de inteligencia débil y, lo que es peor, de pensamiento débil, es decir, como asegura el diccionario de "retraso mental moderado". Por algunos, saben, ya estamos hartos de blasfemias. Por ejemplo, los cristianos. Y el católico que no esté harto es que vive en el mudo de gominola, viscosito, apocado y amilanado mundo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com