• Porque ninguno de los cuatro grandes partidos lo hace.
  • El derecho a la vida implica la prohibición total del aborto y de la anticoncepción abortiva.
  • Sí, porque todos los anticonceptivos presentes hoy en el mercado son potencialmente abortivos.
  • Ser provida no es lo mismo que ser cristiano. Un provida no tiene por qué estar contra el condón, un cristiano sí.
  • Se lo hemos opuesto muy difícil a los jóvenes para que se animen a tener hijos y muy fácil para que los maten antes de nacer.  
Día del niño por nacer, que en 2016 celebramos este 4 de abril porque el 25 de marzo, Día de la Anunciación de nuestra señora y concepción del Dios-hombre, caía en Viernes Santo. Hablamos de la gran asignatura pendiente de la humanidad actual. Cuando los historiadores del futuro definan nuestro tiempo, el accidentado paso del siglo XX al XXI, lo calificarán como la era abortera, porque es realmente lo que, para nuestra desgracia, nos define mejor: un desprecio absoluta por la vida más indefensa e incluso por el mantenimiento de la raza humana, que ya refleja una cierta desesperación y una asombrosa falta de vitalidad y de 'joie de vivre' que diría un francés del XIX. Ojo, la Anunciación a María es una fiesta religiosa, el Día del niño por nacer (un buen invento argentino, según creo) es una conmemoración laica, civil. Todos los cristianos son provida pero no todos los provida son cristianos, o no tiene por qué serlo. Con el condón se ve clara la diferencia: un provida no tiene por qué tomar postura contra el condón, un cristiano sí. Porque el condón evita el niño, pero no le mata. Mientras, el cristiano está contra todo tipo de aborto y también contra el preservativo, que no mata a nadie pero impide la procreación fin principal y objetivo de las relaciones sexuales. Sobre todo, porque, no se lo van a creer pero de la relación sexual entre hombre y mujer surge precisamente eso: un nuevo ser humano. Ahora bien, el cristiano y el provida coinciden en esto: ambos creen que la vida humana es sagrada desde la concepción hasta la muerte natural, es decir, desde que comienza a existir una persona, miembro de la raza humana, con un código genético individuado, distinto del padre y de la madre, y que, por tanto, la sociedad y el Estado deben respetarlo y defenderlo. Y sí, repitámoslo una vez más, ahora que tantos, también cristianos y providas, lo ocultan o tienen miedo de decirlo en voz alta: todos los anticonceptivos que hoy se venden en el mercado son potencialmente abortivos, es decir, que pueden, y algunos suelen, terminar en aborto químico. Es decir, ese tipo de aborto, el de la pastillitas, el que no se ve, es el más numeroso de todos. ¿Luego hay muchos más padres y madres que han asesinado a sus hijos antes de nacer de lo que dicen las estadísticas y que, al mismo tiempo, niegan haberlo hecho? Por supuesto. El aborto químico multiplica con creces las cifras del aborto quirúrgico. Pero como son potencialmente abortivos, no hay manera de saber cuántos anticonceptivos han pasado de la potencia al acto. Ahora bien, no parece que hayamos tenido mucho éxito en la materia. Ahora vamos con la aplicación práctica. Es verdad que si Occidente, especialmente España e Italia (¡vergüenza!), no tienen hijos se debe a esa falta de vitalidad que nos caracteriza, amén de una falta de fortaleza y de un egoísmo que, bien mirado, provoca espanto. Pero también es verdad que se lo hemos opuesto muy difícil a los jóvenes para que se animen a tener hijos y muy fácil para que los maten antes de nacer. En plata: la prioridad política del momento sería el salario maternal. Es decir, pagar a la parejas por tener un hijo, que es la prestación social más importante, porque significa compensar a la pareja, sobre todo a la mujer, por la más valiosa aportación a la sociedad y al sistema productivo, además de a la Hacienda pública: la costosísima producción de futuros contribuyentes. Lo lógico es un salario mínimo, o al menos la mitad del mismo, por hijo a cargo, y no hasta los 3 años sino hasta los 18 años de edad, que es cuando prescriben, más social que legalmente, la obligación de los poderes para con los hijos. Sí, por cada hijo. Nada extraño, como hacen la mayoría de los países europeos, como Alemania, Francia o Reino Unido. O eso, o resignarse a ser un país de viejos y de homicidas. ¿Qué prefieren? Por cierto, ni PP, ni PSOE, ni Podemos ni Ciudadanos proponen el salario maternal. ¡Grandiosa, nuestra clase política! Eulogio López eulogio@hispanidad.com