Sr. Director:

Las sociedades humanas no se han distinguido precisamente por un respeto exquisito hacia la vida de sus integrantes ni, menos aún, por las de los otros. El cautiverio, la tortura o la muerte han sido procedimientos habituales de coacción y represión en todas ellas, pero es muy llamativo que cuando la conciencia se ha revuelto contra tales ignominias en nombre de la dignidad y la compasión, se haya producido el deslizamiento de la valoración de la vida humana al que asiste nuestra época. Las sociedades más avanzadas no toleran la pena de muerte para los más temibles asesinos, pero en cambio, en pocas décadas, se han sentado los presupuestos para que los poderes públicos dispongan de las vidas de la gente, sin necesidad de imputación de delito alguno como por ejemplo: aborto, eutanasia, etc. Los sátrapas del pasado hubieran temblado de emoción si hubieran podido arrogarse esas capacidades.