Sr. Director:

Ante la interpretación que actualmente se hace sobre el hombre, la desencarnación, aparecen grandes debates concretos. ¿En qué medida se puede considerar que el derecho al suicidio asistido, al aborto, a la eutanasia o al reconocimiento de la transexualidad son resultado de este proceso de “desencarnación”?

La transexualidad y el suicidio son la expresión de la dominación absoluta de la voluntad sobre el cuerpo, del nuevo derecho a disponer del propio cuerpo. Hasta hace poco, el respeto de la dignidad humana prohibía estas prácticas en nombre del principio, opuesto, de la indisponibilidad del cuerpo. Hoy en día, en Occidente, la dignidad consiste en dominar o incluso esclavizar el cuerpo. El TEDH ha llegado a sostener incluso que las prácticas sadomasoquistas extremadamente violentas estaban cubiertas por la protección de la privacidad y la autonomía individual.

En cuanto al aborto y la eutanasia, según la antropología “desencarnada”, un feto no sería todavía humano, al igual que un discapacitado mental o una persona en coma ya no sería digna, pues el hombre es humano y digno por la razón y en proporción a la posesión de la facultad espiritual (inteligencia y voluntad). Un cuerpo desprovisto de espíritu sería solo una cosa: materia orgánica organizada.