Sr. Director:
Todos bailan y hacen el oso al son del pandero que maneja Sánchez, y su mérito es evidente a pesar de que los medios no puedan ser más deleznables.
No hacía falta ser profeta. Bastaba con analizar la gestión de Sánchez, de Illa o de Simón durante el confinamiento y sobraba con ver las improvisaciones en lo que se llamó la desescalada, para concluir que la vuelta a la normalidad –nueva, vieja o hetero- además de ser otra mentira de Sánchez, iba a ser un desastre.
El “ahora a consumir” de Sánchez (que, por cierto, se parece demasiado a aquel nefasto “ahora a colocaros” de Tierno) tenía todos los visos de un “ahí os quedáis, que esto se está poniendo feo”.
Sánchez era el primero en saber que el desastre estaba cantado. Por eso se apresuró a ceder poderes a las autonomías a la espera de acontecimientos que no han tardado en producirse.
Tenía sus razones. Sus objetivos, perfectamente definidos, pasaban por dejar en evidencia la idoneidad de los gobiernos autonómicos y preparar el terreno para, si era necesario, volver a una etapa dictatorial camuflada de estado de alarma. Ahí lo tenemos
El primer objetivo se escenificó en la Puerta del Sol con Ayuso de comparsa y el segundo permanece latente a la espera de los acontecimientos que depare la negociación de los presupuestos, en la que se juega La Moncloa, aunque esta vez la comparsa sea Arrimadas.