Sr. Director:

Y lo más sorprendente es que ese plan se fraguó dentro de la propia Iglesia Católica, por enemigos infiltrados, maléficos, perversos, lobos con piel de oveja, raza de víboras, sepulcros blanqueados. Datos que he vivido. Antes, cuando un fiel entraba la recinto sacro, es decir, a un templo, se mojaba los dedos con el agua bendita, se santiguaba y hacía un gesto de adoración; llegaba a su banco y se arrodillaba y se dirigía con su mirada al Sagrario donde Cristo está vivo y presente. En la Consagración todos los fieles se arrodillaban. Para recibir la comunión, todo el mundo se arrodillaba en el comulgatorio que tenían todas las iglesias. Cuando estaba expuesto el Santísimo Sacramento, los fieles se arrodillaban con las dos piernas Cuando un fiel pasaba por delante de un sagrario, hacía una genuflexión sencilla. Al final de la celebración los fieles recibían de rodillas la bendición.

Ahora, para ir a comulgar dicen que hay que ir procesionalmente, y curiosamente ellos han suspendido las procesiones. Ahora, empezando por el clero, pocos o nadie nunca se arrodilla. Todos los gestos de adoración han sido suprimidos por esos seres maléficos, perversos, lobos feroces con piel de oveja. Muchos fieles, con buena fe, siguiendo las directrices de estos desacralizadores, han perdido el sentido de lo sagrado. Y podemos estar tranquilos, estos lobos feroces con piel de oveja, no moverán ni un dedo para cambiar esta situación, provocando con su actitud la inminente SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

Pero queda un resto fiel. Estoy en mi parroquia en la cual se expone el Santísimo. Entra una mujer joven con su hijo, este de unos siete años. Los dos hacen una genuflexión doble, doblan las dos rodillas, hacen un rato de adoración, se marchan, la madre hace una genuflexión doble, el niño una genuflexión sencilla, y la madre se vuelve a su hijo y le dice, como así hizo, una genuflexión doble. No está todo perdido, todavía quedan personas fieles.