Sr. Director:
La paz, la vigencia de las instituciones democráticas, el respeto a las leyes… son cuestiones con las que se han acostumbrado a vivir las nuevas generaciones de europeos, dando erróneamente todos estos beneficios por garantizados. Esto explica la frivolidad de muchas de las propuestas políticas que triunfan hoy en Europa. La que condujo al Brexit, o las que se empeñan alegremente en romper naciones con muchos siglos de historia, pensando que este tipo de acciones no van a tener consecuencias. Ese es el peligroso estado de opinión que deben remontar los líderes europeos si quieren evitar que Europa se diluya en la insignificancia del océano de la globalización. O peor aún, en la pesadilla a la que conduce el populismo. Los europeos poseemos todavía recursos políticos, culturales y económicos formidables. Pero hace mucho que terminaron los tiempos en los que Londres o París eran el ombligo del mundo. El drama del Brexit debería servir al menos para tomar conciencia de esta preocupante desconexión de muchos europeos de la realidad.