Sr. Director:
En aquellos momentos, diciembre de 1969, el entonces profesor Ratzinger tenía presente la situación postconciliar, y las contiendas entre “progresistas” y “conservadores” dentro de la Iglesia; entre la interpretación del Concilio como “ruptura” con el pasado; o “continuidad y reforma”; cómo él mismo subrayó al tomar posesión del Pontificado, afirmando que la verdadera hermenéutica del Concilio era la de “continuidad”.
Hoy, casi toda la corriente “progresista”, si se puede decir así, aunque habría que llamar “regresista”, porque implica una vuelta a la aceptación del pecado antes de ser redimido por Cristo, ha acabado –entre otras “rupturas”– en una aceptación teórica y práctica de la homosexualidad, que comporta una negación de la creación y de los planes redentores y salvíficos de Dios en Cristo Jesús; en definitiva, una pérdida de la Fe. También lo señaló el ya arzobispo Ratzinger el año 1986, y comentó que la “aceptación de la práctica de la homosexualidad, despojándola de su condición moral de pecado”, sería, junto a otras causas, el olvido de la vida eterna y el olvido del pecado y del infierno, un factor importante que provocaría una falta seria de fe dentro de la Iglesia.
Los “profetas” siempre han sufrido mucho al anunciar la verdad.