Sr. Director:

Al fin se han publicado datos sobre el suicidio en España y, naturalmente como ya era vox populi, las cifras resultan alarmantes. El tema deja de ser tabú para ser de dominio público por muy doloroso que esto resulte. Se incide en el tema de los inmigrantes ilegales caídos en el mayor desamparo al no ser devueltos a su país y no poder ser atendidos en España por ninguna ONG, porque el gobierno no está para caridades, pero tampoco está para controlar estas situaciones lamentables. Pero hay dos aspectos de los que no se facilitan detalles: el del suicidio juvenil en general y el originado por los problemas del transgénero y el de las jóvenes caídas en fuerte depresión, a causa del aborto, que les lleva al suicidio. Al Ministerio correspondiente no le interesa profundizar en estos últimos temas porque pueden ir en desdoro de la reglamentación que han legislado y en verdad no están dispuestos a rectificar, pero la realidad es lo suficientemente patética: una incitación a la irresponsabilidad monstruosa para comprar a la juventud, y hacer luego caso omiso de su seria problemática como ya se ha hecho patente en numerosos ocasiones.

Son los padres los que tienen que apechar luego con esas dolorosas circunstancias. Jóvenes que han sido inutilizados mediante la perversión, la droga, el sexo, en bastantes ocasiones hasta financiado, llegan a una edad en la que la situación se convierte en irreversible por falta de energía, de estímulo, de una visión esperanzadora de la vida. Hace falta, pues, una formación adecuada, positiva, que les haga comprender a esa juventud que pueden y deben exigirse porque el futuro son ellos y por tanto deben repudiar una forma de vida que al final no causa sino destrucción.