Sr. Director: Sucedió hace dos semanas en Cádiz... Una asociación cultural organizaba en un hotel la presentación del libro «El hombre que todos convirtieron en mito», por parte de su autor, Pepe de las Heras, escritor y director de cine. El libro se centra en José Antonio Primo de Rivera, fusilado hace ahora la friolera de 80 años, y aunque cabría pensar que un acto cultural sobre un personaje tan interesante de nuestra historia debería desarrollarse sin ningún problema, momentos antes del inicio aparecieron por las cercanías esos bárbaros que se presentan bajo la equívoca denominación de «antifascistas», intentando reventar el acto mediante gritos de insultos y amenazas de muerte contra los asistentes, y desplegando una brutal violencia sobre todo lo que encontraron a su alcance, incluido el mobiliario urbano y señales de tráfico. Sabido es que la finalidad de estas acciones es generar una alarma social que utilizan como «aviso» en el futuro para que nadie ose organizar nada que la mermada inteligencia de estos salvajes consideren prohibido. Una burda estrategia que funciona ante la debilidad y temor de la gente, que no quiere problemas y cede a las primeras de cambio. Menos mal que pese a los cafres bárbaros, la presentación del libro se llevó a cabo. Pero, como es habitual, las salvajadas perpetradas por estos energúmenos, apenas fueron reseñadas y condenadas por algún medio de comunicación; porque la mayoría directamente las ignoró o minimizó, considerando el suceso «neutralmente» y presentando en un mismo plano a agresores y agredidos. Pues nada; sigamos con la «neutralidad» y la indiferencia en la (des)información de estas agresiones, como si fuesen «broncas entre ultras»... Pero seamos conscientes de que así se alimenta la actitud de unos energúmenos que intimidan, agreden y amenazan para atemorizar e imponer su odio sobre los demás; y que la indiferencia informativa, les engorda y hace fuertes. Algo parecido a lo que ya sucede con esos otros bárbaros islamistas, que van sometiendo al silencio a muchos medios de comunicación occidentales, que apenas se atreven ya a publicar nada que pueda molestarles, creyendo ingenuamente que así evitarán ser objeto de sus futuras acciones. Miguel Ángel Loma Pérez