Sr. Director:
El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha criticado duramente a la cúpula directiva de Abengoa, una de las empresas españolas que más ha brillado en los últimos años y que ahora se encuentra en preconcurso de acreedores.
Sin que todavía se conozca el fondo y los detalles de la quiebra técnica de esta empresa que da trabajo a miles de empleados, los dos principales directivos se han adjudicado ya una indemnización de veinte millones de euros cada uno, al tiempo que tratan de echar la culpa de su catastrófica gestión al Gobierno.
Resulta escandaloso que el hundimiento de una empresa, como antaño ocurrió en plena crisis de las Cajas de Ahorro, lleve aparejado una especie de premio en forma de cuantiosos blindajes económicos para sus directivos.
El problema de fondo es que no existe una ley que impida indemnizaciones de fábula a quien no ha sabido manejar una crisis empresarial, ni siquiera advertirla con tiempo suficiente para poner los remedios.
En todo caso, cuando se trata de un fracaso de gestión, sus culpables deberían tener siquiera la humildad de renunciar al despido dorado que pueda figurar en sus respectivos contratos, siquiera sea por decoro público.
En esta ocasión, la denuncia presentada por los accionistas que han quedado en la ruina deja el caso en manos de la Justicia, que debería actuar antes de que ese dinero se evapore.
J. D.
Las empresas familiares se rompen. Del Pino fue el pionero, los Botín y los Entrecanales, los próximos
13/12/24 16:58