Sr. Director:
En el esperado cara a cara celebrado entre los líderes de los partidos más votados en las últimas elecciones generales, la moderación verbal no fue la característica más acusada del aspirante Sánchez, que en todo momento se mostró agresivo y provocador.
La verdad es que las intervenciones de Sánchez en el debate se caracterizaron, sino por la calidad, sí por su rudeza, hasta el extremo de llegar a la grosera afrenta personal, convirtiendo así el debate en una bronca de taberna.
Fue, en cambio, el candidato Mariano Rajoy, quien mantuvo una postura de sensatez, cordura y prudencia estrictamente razonables, planteando propuestas políticas fundamentadas en el conocimiento de la realidad y en la sensatez que proporciona la experiencia, algo que el secretario general del PSOE no supo entender y como consecuencia aceptar.
Puestas así las cosas, resultó imposible salvar al soldado Sánchez.
Lo curioso del caso es que para Pedro Sánchez, Mariano Rajoy no era el verdadero adversario. Él sabe que no tiene la más mínima posibilidad de ganar las elecciones, lo que no excluye que contra la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, sí pudiera llegar a gobernar en virtud de posteriores apaños en los despachos. De quien realmente trataba de defenderse con su actitud, era de aquellos que en sus propias filas, están esperando los resultados de los comicios, para mostrarle la puerta de salida de la Secretaría General de su Partido.
Con su destemplada forma de comportarse, creyó que así captaría los votos que el PSOE, por haber defraudado a su propio electorado, ha perdido por su izquierda, lo cual no dejó de ser un insulto a la inteligencia de quienes apoyan y comparten dicha forma de pensar y así se lo ha reprochado inmediatamente su líder Pablo Iglesias, diciendo que ellos nunca hubieran recurrido al insulto personal.
La reacción generalizada de los medios de comunicación, ha censurado el talante con el que el candidato socialista afrontó el debate. Esto demuestra que el espíritu conciliador de la transición, en contra de lo que quiere cierta izquierda, que o no lo reconoce o quiere dinamitarlo, está considerado por la sociedad española como un valor a tener en cuenta. La mayoría rechaza la confrontación, la agresividad, la ruptura y la irracionalidad. Lo que España necesita de sus políticos es un diálogo constructivo basado en el conocimiento, la reflexión, la sensatez, la congruencia, la responsabilidad y poniendo todo esto sobre la mesa, con un poco de suerte, lograremos encontrar la senda del acierto.
El candidato socialista, que es el aspirante al título, sabía que forzosamente tenía que ganar el encuentro con su oponente. No le bastaba con empatar. Sabía que todo lo que no fuese ganar era perder y eligió jugar el partido en el terreno del resentimiento y el tremendismo, haciendo afirmaciones gratuitas, inverosímiles, basadas en frases hechas, negando el pan y la sal a su oponente y pintando un panorama tan tenebroso, que de ser verdad, España estaría ahora hundida en las tinieblas.
El propio exministro socialista José Luis Corcuera, amén de no estar de acuerdo con el tono ni las formas del candidato de su partido, mostraba su incredulidad ante el hecho de que entre un partido de centro derecha y un partido socialdemócrata, no hubiese un solo punto en el que ambos pudiesen haber estado de acuerdo.
El tremendismo, la negatividad, la reyerta y la inculpación como únicos argumentos, no son suficientes para merecer la responsabilidad de regir un país como España. Para que los españoles le abran a un candidato las puertas de la Moncloa, hacen falta propuestas realistas y razonables y no ocurrencias realizadas con los pies asentados en la volatilidad de las nubes; propuestas que muestren el camino de la esperanza, la unión que proporciona seguridad y confianza para alcanzar unos objetivos viables que hagan de la sociedad española, una vez más, el ejemplo y la evidencia de cómo se puede lograr una sociedad mejor.
Pero esta meta solo podremos alcanzarla mediante la unión y la conjunción de esfuerzos. Aportando cada partido lo mejor en beneficio, no de sus propios intereses, sino de los intereses de los españoles. Para ello hacen falta hombres de estado con la visión puesta en el horizonte, con los pies asentados en el suelo y no improvisados salva patrias que traten de deslumbrarnos con fantasías ensoñadoras que prometan el idílico jardín del Edén.
En definitiva, hacen falta unos nuevos Pactos de la Moncloa. Pero, ¿Es posible lograrlos en medio del enrarecido ambiente político actual?
César Valdeolmillos Alonso
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11/12/24 12:10