Sr. Director:
Los españoles estamos padeciendo una larga, triste y convulsa etapa a la que no estábamos acostumbrados. Con paciencia, hemos ido asumiendo que cierto tipo de desastrosos acontecimientos ya forman parte de nuestra actual situación. A modo de ejemplo aunque existen muchos más, podríamos citar dos temas altamente significativos como son: la lacra de la corrupción en sus múltiples facetas, y cómo no, el independentismo catalán.
Raro es el día en el que tanto a nivel de Gobierno, oposición, partido, comunidad autónoma o municipio, y a través de los distintos medios de comunicación o redes sociales que no aflora un nuevo caso de presunta corrupción, en un elevado porcentaje relacionado con el PP, por prevaricación, cohecho, apropiación indebida y un largo etcétera. Si bien, dada la lamentable reiteración con que se generan, ya no se les adjudica la categoría de noticia y por ende, tampoco suscitan la más mínima atención, sucediendo algo parecido, aunque de otra índole, con el secesionismo catalán y sus protagonistas, algunos de los cuales resultan sumamente patéticos.
No obstante, es posible que lo que más desconcierte y duela sea la apatía e inoperancia gubernamental para intentar resolver eficazmente dichos problemas, y más todavía la carencia de ideas para intentar cortar con tanto abuso y aprovechamiento, que en la mayoría de los casos se financia a costa del bolsillo de los contribuyentes.
En lo que respecta al independentismo catalán desconocemos de quien partió la genial idea de que con designar un candidato sin aparentemente cargas judiciales sería suficiente para devolver la normalidad legal y un futuro estable a la citada comunidad. Resulta descorazonador el que tras escuchar las declaraciones de Torra, la única esperanza se base en que este desdichado prometa restituir las leyes declaradas inconstitucionales, crear una asamblea para negar la legitimidad de la Constitución y relanzar la construcción de la República intervenida por el Estado.
¿Cómo es posible el pretender investir a un racista en pleno siglo XXI? Una vez más ha tomado el poder un descerebrado, cuya pretensión pasa por defender la depuración cultural de la sociedad, crear un solo pueblo y la autodeterminación. ¿No le resultan a Rajoy las citadas declaraciones de tan mesiánico individuo motivo suficiente para continuar manteniendo la vigencia del artículo 155 de la Constitución? Alegar que “no le gusta lo que dice” no pasa de ser una banalidad más. Mire don Mariano, los españoles le pedimos que afronte lo situación y no precisamente a golpe de mantras arriolanos, dilatándolo todo y esperando que nuestros dislates, barbaridades y maldades se resuelvan milagrosamente. Dé la cara, decida y no continúe eludiendo. Si no es capaz de lograrlo, dimita y ceda el paso a alguien que no solo prometa sino que ejecute con todas las consecuencias...
¿Habrá mayor osadía por parte de Torra que amenazar a los no independentistas con que utilizará el dinero de sus impuestos contra ellos, a los que cataloga como mestizos? Resulta incomprensible que partidos progresistas como ERC y la CUP encaramen al mencionado personaje.
En España no somos diferentes, somos únicos. La rueda de prensa Puigdemont-Torra resultó esperpéntica. Un expresidente prófugo y otro que tomó posesión el jueves 17 y será quien a modo de "gestor provisional" y testaferro rija al dictado los designios de Cataluña. ¡¡Sencillamente insólito!! Un presidente que él mismo asume ejercer “en funciones” es quien sin el más mínimo recato anunció en Berlín que no acatará la Constitución española. Todo un fanático que manifiesta no tener ningún reparo en afirmar que es partidario de tomar las calles y estupideces similares... ¡¡Tiempo al tiempo!!