Sr. Director:

Francisco, el Papa, en su encuentro con los jóvenes en Eslovaquia advertía que, para que el amor dé frutos, no puede olvidarse de las raíces. Hoy se corre el peligro de crecer desarraigados y de querer hacerlo todo deprisa. La cultura de las pantallas nos permite estar conectados con personas a las que a veces conocemos más que a las que tenemos al lado. Pero Dios nos quiere plantados en la tierra, conectados a la vida, nunca cerrados sino siempre abiertos a todos. Así mismo ese amor verdadero está íntimamente ligado a la misericordia.

Cuando somos abrazados recuperamos la confianza en la vida. Por eso el Papa les pedía a los jóvenes que se dejen abrazar, que a ese abrazo vayan con todas sus debilidades y defectos. Frente a una cierta corriente dominante, que reclama una “cultura del ombligo”, hay que salir de sí y experimentar que hasta el dolor más profundo puede vivirse con paz cuando se abraza en la cruz de Cristo.