Sr. Director:

Los niños son el colectivo más vulnerable y, por tanto, el que más sufre las crisis y los problemas de la sociedad. Según un Informe publicado en 2020 por la OMS y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, cada año, la mitad de los niños del mundo, alrededor de mil millones, se ven afectados por algún tipo de maltrato físico, sexual o psicológico, porque los países no siguen las estrategias establecidas para protegerlos. Además del sufrimiento que provocan en el momento de padecerlos, todos esos maltratos tienen consecuencias posteriores cuando los menores crecen. Así, por ejemplo, los niños que padecen cuatro o más experiencias violentas durante su infancia tienen siete veces más probabilidades de estar implicados en actos violentos, como víctimas o como autores, cuando son adultos. Y treinta veces más probabilidades de suicidarse.

Un segundo atentado contra la infancia es la alteración de su identidad. Narodowski, por ejemplo, sostiene que la cultura mediática está provocando nuevas identidades infantiles, como, por ejemplo, la de la “infancia hiperrealizada”: los niños atraviesan de forma vertiginosa el período infantil de la mano de las nuevas tecnologías, adquiriendo un saber instrumental superior al de muchos adultos. Los niños de hoy se sienten autosuficientes; creen que no necesitan la ayuda de los adultos para informarse, ya que con el ordenador pueden llegar a saberlo todo.

Existe una tendencia creciente a la “adultización” de los niños. Algunos padres intentan educar a sus hijos pequeños para una autonomía a ultranza. Quieren que se comporten como adultos. Se ignora que la infancia es la etapa de “ser-niño” y no la de “no-ser aún adulto”. Estamos asistiendo al regreso de un viejo mito que parecía superado: el del niño como adulto en miniatura (o a escala). Se olvida que el niño tiene personalidad propia, diferente de la del adulto.