Hecho real, acontecido en una iglesia del centro de Madrid el pasado viernes 3 de marzo. Es Viernes Santo, el segundo día más importante de la Semana Santa (tras el domingo de resurrección) donde la Iglesia celebra la muerte de Jesús para redimir al hombre del pecado. En plata: el día más adecuado de todo el año para ir a confesar.

Naturalmente, no hay ningún confesor.

Cuaresma es la fecha para la confesión sacramental pero es cuando menos confesores encuentras. Las garitas de las iglesias vacías porque siempre hay algo que hacer y porque hay tanos curas ancianos y tan pocos jóvenes que los confesionarios están criando telarañas.

El feligrés se cabrea y entra en la sacristía pidiendo un cura para confesar (supongo que también del cabreo). Le dicen que no hay sacerdotes en Viernes Santo. Al final, consiguen a un sacerdote anciano, que se ofrece a salir al confesionario. Lo hace y el penitente vacía el costal y cuando se levanta contempla una cola de personas que no están dispuestas a desaprovechar la ocasión. Al final, trascurre toda la ceremonia y la cola continúa.

Las conclusiones sáquenlas ustedes.

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