La exhibición de fuerza del presidente turco para aumentar su poder interno tiene un contrasentido: ridiculizar a Europa (eso es dar lecciones, en este caso) como si fuera un títere de su política. Y en esa línea sigue con el baño de multitudes que se ha dado este fin de semana. No se puede explicar de otro modo que en la misma protesta contra la intentona golpista, hubiera pancartas con mensajes como "Eres un regalo de Dios, Erdogan" u "Ordénanos morir y lo haremos". Y en paralelo, el presidente turco no se cansa de enviar mensajes a Europa, a la que tiene atrapada (aunque Alemania le dé largas) por el aberrante acuerdo sobre política migratoria (más dinero para alimentar al bicho). Por ejemplo, se atrevió a preguntar a Alemania, en pleno mitin, por qué no permitía hacer un enlace directo para que le vieran en directo sus seguidores desde Colonia, en el Estado de Renania del Norte. "Dónde está la democracia", pregunto el líder turco. Como Europa, cada vez más acomplejada, no conteste en serio a esas provocaciones -de momento no lo ha hecho, en ninguno de los planos, ni en el diplomático ni en la alianza militar (OTAN)- estamos apañados Hispanidad redacción@hispanidad.com