Al término, al concepto mismo, de corrupción, le está ocurriendo lo mismo que a otros sintagmas como amor o libertad: se ha prostituido por uso excesivo y, sobre todo, por uno interesado, hasta que deja de tener sentido. Tras la muerte de Rita Barberá, el proceso se acentúa. Ayer miércoles ya proporcionamos unas cuantas razones del porqué, pero la más importante continúa siendo la misma: ningún político, y los más chillones, como los de Podemos, los que menos, quieren regenerar España. Simplemente utilizan la corrupción para insultar al adversario. Hispanidad redaccion@hispanidad.com