Lo que ha hecho la masonería, por ejemplo durante la II República Española, fue perseguir de forma asesina a los católicos, utilizando a los ministros masones de la nación, es decir, al poder. Los masones no han sido perseguidos: han sido, históricamente, y con escasas excepciones, perseguidores. Sobre todo de cristianos y siempre en alianza con el poder político e informativo, para que fuera otro quien hiciera el trabajo sucio (y es que eso sí, son finísimos).

Además, la masonería es una sociedad secreta. Por tanto, el periodista de El País hizo muy bien en resaltar la condición de masón del hijo de Bachelet, Sebastián Dávalos (en la imagen), quien ha salido a mamá: ligeramente prepotente… y que ahora se ha visto obligado a dimitir.

Digo esto porque la defensora del lector, ante las protestas de la Gran Logia de España, ha creído su deber amonestar al periodista que identifico a Dávalos como masón. En mi opinión, hizo muy requetebién. Era un dato relevante.

Dejémonos de historias. La masonería no es una raza; la raza no se elige, la condición de masón, sí. Con dos objetivos: por convicción ideológica -por lo general, cristófoba- y/o para medrar en el mundo.

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