Lo hemos descubierto, científicamente. Sesudos antropólogos, los nuevos ídolos de la parroquia científica desde que comenzaran a vibrar nuestras meninges con el sonoro nombre de Atapuerca, han descubierto que se repartían las funciones por sexos. ¡Imagínense qué horror! ¡Feroz atentado contra la igualdad! ¡Sexismo ya entre los neandertales". ¿Qué podías esperar de un tío peludo y presuntamente maloliente?

Puede que estas investigaciones tan científicas sean falsas, como me temo lo son todos aquellos estudios que tratan de analizar lo muy grande o lo muy pequeño, el futuro lejano o el alejado pasado, pero lo mismo da. La verdad de la historia suele comprobarse por su coherencia interna, no por su documentación. Y parece bastante coherente que los neandertales descubrieran -o no descubrieran, sólo vivieran- que si un tipo, llamado hombre, tenía más fuerza bruta que una tipa -llamada mujer- ésta debería dedicarse a tareas que precisaran menos fuerza bruta. Y seguro que nadie les llamaba sexistas, ni a los unos ni a las otras.

Pero lo que sí estoy seguro es de que se preocuparon de la utilidad de tales razonamientos, no de si resultaban vejatorios para la mujer.

Además, ¿por qué debería resultar vejatorio aplicarse a las tareas para las que estaba más dotada?

Conclusión, los neandertales de ayer eran más racionales que las feministas de hoy, por ejemplo, doña Carmen Montón (en la imagen junto al neandertal).

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