El caso de Jaime Pérez Renovales (en la imagen) es muy significativo del pensamiento pepero. En la vía de la excepción.

Veamos, Jaime Pérez Renovales es subsecretario de Presidencia. Ya estuvo en Moncloa con Aznar, que vocación política no le falta. Venía del Santander, adonde Ana Botín quiere que vuelva pero Sáenz de Santamaría, la vicepresidenta, se niega. Pues bien, cuando Gallardón es cesado-dimitido, Rajoy ofrece el cargo de ministro de Justicia a Renovales. A fin de cuentas, es un hombre clave en dos de los objetivos del PP durante la legislatura: reforma administrativa y batalla jurídica contra el separatismo catalán.

Pues bien, Pérez Renovales rehusó. Sencillamente, es un provida y no le gustaba la razón por la que se cesaba a Gallardón… ni tan siquiera la reforma Gallardón. Por tanto, prefirió quedarse de secretario general.

Ahora plantéense dos preguntas:

1.- ¿Cómo es posible que un presidente aborte una norma de aborto cuando el sentir general, no de sus votantes, sino de sus colaboradores más próximos y más valorados es que su retirada supone una cobardía y un falseamiento de la campaña electoral? ¡Olé la coherencia de Rajoy!

2.- Cuando se ocupa un alto cargo en el Gobierno, ¿se es responsable de tu negociado concreto o de la labor conjunta del Ejecutivo? Dicho de otra forma, aunque uno no se ocupe directamente de Justicia o Sanidad, ¿puede aceptar seguir trabajando en un gobierno abortista cuando se es provida?

Esta segunda pregunta se hace extensible a muchos otros altos cargos del PP.

Hispanidad

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