Pues ha publicado el Banco de España (BdE) en la mañana del viernes 21 los últimos datos de morosidad de la banca española: 70.718 millones de euros al cierre de octubre. Esto representa un 56,5% menos que aquellos 162.6012 millones de euros que se declaraban al cierre de 2012. No deja de ser un buen dato pero no tanto como aparenta, porque también es verdad que el crédito de las entidades bancarias a los sectores residentes españoles, públicos  y privados, ha caído entre ambas fechas en un 28,5%. No es que estemos en esta sección a favor del endeudamiento, pero las cosas en su sitio: a menos crédito menos morosos, y la importante bajada del primero explica mucho de la de los segundos. Al menos explica la mitad de dicha bajada.

No parecen razonables los niveles actuales de cobertura de las carteras de crédito

Las provisiones constituidas han caído también mucho en dicho periodo (diciembre de 2012 a octubre de 2018), en concreto, un 47,5% como corresponde a una caída de la financiación concedida, con la consiguiente reducción de la morosidad, que en términos relativos se ha reducido en un 26,6%. Pero si las provisiones caen más que la morosidad, lo que disponemos es de menos fondos de provisión para hacer frente a los impagos. Podríamos afirmar que para un mismo volumen de crédito nuestras entidades disponen ahora de un 15,6% menos de provisiones con los que hacer frente a las insolvencias de sus deudores, sean normales o ya dudosos. No es buena noticia. La crisis nos demostró que las provisiones constituidas, con independencia de si los activos estaban bien o mal clasificados que es siempre tarea muy difícil, fueron insuficientes, por lo que no parecen razonables los niveles actuales de cobertura de las carteras de crédito. En cualquier caso: subir los requerimientos de recursos  propios mientras que caen los fondos para morosidad, los dos vasos comunicantes de la solvencia bancaria, no parece la mejor política para reforzar a las entidades.

No hay rentabildad para remunerar tanto incremento de capital. El regulador conduce a las entidades al abismo

Las entidades han dedicado ingentes recursos de sus cuentas de resultados en los últimos años a absorber las pérdidas de la última crisis, lo que no les ha facilitado precisamente el cumplimiento de las mayores exigencias de fondos propios que los cambios regulatorios han traído. Por otro lado, el marcado ya les ha entregado, en sucesivas ampliaciones de capital durante estos años, muchos recursos para unas rentabilidades, las bancarias, que son muy exiguas. Parece difícil, por tanto, elevar la solvencia de la banca hasta los niveles que pretenden las autoridades.

La única forma de allegar fondos de manera abundante para la capitalización del sector parece estar en una colocación barata de sus acciones, lo que sus antiguos accionistas no parecen estar dispuestos a aceptar por dos motivos: supondría una minusvaloración muy acusada de sus patrimonios y, lo que es más importante, una pérdida del control de sus entidades. Los que están al acecho, esperando en los exteriores de la fortaleza del sector para su asalto, provienen de otras actividades no reguladas que no saben si pretenden acabar con el mismo o llegar a gozar de sus privilegios. En cualquier caso son los que ganan dinero, que es el arma con el que se toma el control de las empresas y las empresas bancarias, a pesar de las autoridades o por culpa precisamente de las autoridades, aparentan más que son.