Liberbank ha celebrado este miércoles su Junta General de Accionistas de 2020, de manera telemática, como es menester en estos momentos de confinamiento forzoso. El resultado ha sido una reunión sin intervenciones, ni siquiera de los sindicatos, que suelen aprovechar para hacer más visibles sus reivindicaciones y con una participación del 59,24% del capital social. Suficiente pero escasa. Tampoco ha acudido el presidente, Pedro Rivero, “por cuestiones personales”, y su discurso lo ha leído el consejero delegado, Manuel Menéndez.

“La evolución del primer trimestre de 2020 era positiva hasta la declaración del estado de alarma”, ha afirmado Menéndez, que también ha enviado un mensaje de tranquilidad: “Afrontamos los retos con la solvencia adecuada y esperamos que esto nos sirva de ayuda para superar los obstáculos que tenemos que afrontar”, ha señalado, después de recordar que el banco, siguiendo las recomendaciones del BCE, ha retrasado el pago del dividendo, al menos, hasta el 1 de octubre.

La pandemia está afectando directamente al banco: ocho empleados han dado positivo, aunque uno de ellos ya ha recibido el alta. Las medidas son análogas a las de otras entidades y suponen el cierre del 26% de las sucursales, la necesidad de pedir cita previa antes de acudir a cualquier oficina y el adelanto de ciertos abonos a los clientes como, por ejemplo, la pensión.

No ha sido una Junta cualquiera, como tampoco será un ejercicio cualquiera. “La incertidumbre imposibilita cuantificar los efectos del shock”, ha asegurado Menéndez. 

Pues, precisamente, esa es su tarea, señor Menéndez